sábado, 12 de febrero de 2022

Día 13 febrero de 2022. Domingo 6º del Tiempo Ordinario.

 

JORNADA DE MANOS UNIDAS




LECTURAS

  • Jeremías 17,5-8
  • Salmo responsorial  1,1-2.3.4.6
  • 1 Corintios 15,12.16-20
  • Lucas 6,17.20-26

    El evangelio de hoy nos lleva a mirar nuestra vida de cada día, que tiene un recorrido histórico y que apunta al estado definitivo de realización humana, que Jesús llama  reino de Dios. Así, nos podemos preguntar ¿quién será feliz según el criterio de Jesús? Ciertamente los criterios  que Jesús  nos propone  no son los criterios del mundo que siguen muchos para ser felices.

    Si recordamos la parábola del rico Epulón, allí al rico no se le acusa de ningún crimen, ni de que haya conseguido las riquezas injustamente. El problema era que él se dedicada a la buena vida, y nunca  se enteró  que en la puerta de su casa estaba sentado el pobre  Lázaro, que pasaba hambre  día tras día.

    La parábola del rico Epulón viene como anillo al dedo a quienes vivimos en la “sociedad del bienestar”. Según Manos Unidas, unos 811 millones de personas  pasan hambre, y  mueren o tienen corta vida a causa del hambre. Y resulta que, a quienes vivimos en una sociedad consumista y  hedonista  como es la nuestra, no nos preocupa la suerte de quienes  no tienen un pedazo de pan para evitar la muerte.  Cuántas veces nos justificamos diciendo: “Yo no puedo hacer nada por evitar el hambre”.

     No se nos pide hacerlo todo, no se nos pide eliminar la injusticia en el mundo, pero cada uno sí podemos salir de la injusticia,  y no ser causa de mal para otros.

     Manos unidas nos hace presente la actitud compasiva de Jesús que  se acercaba a los pobres, enfermos y  marginados liberándolos de sus males,  inspirando a sus discípulos este mismo espíritu, razón de la preocupación de la Iglesia desde siempre por los pobres, enfermos y marginados. 

    Por instinto tenemos  tendencia a buscar nuestras seguridades, y si me sobra, ya doy algo al que lo necesita. Tal vez no sea suficiente,  si lo que damos son las sobras o migajas.  Si damos de comer al pobre le salvamos la vida, pero si salimos de nuestro egoísmo, salvamos la vida al pobre  y crecemos en humanidad.

    El mensaje de las bienaventuranzas es llamada a vivir una actitud vital interior del Reino de Dios, de modo que  Dios sea el fundamento de toda mi persona y vida, depositando nuestra confianza en él  y no en las cosas, que son necesarias, pero no son el absoluto.


HOJA DOMINICAL DIOCESANA