sábado, 13 de marzo de 2021

Día 14 de marzo. Domingo 4º de Cuaresma

 

LECTURAS

  • 2 Crónicas 36,14-16.19-23
  • Salmo responsorial  136
  • Efesios 2, 4-10
  • Juan 3,14-21

La salvación de Dios es llegar a tener Vida en plenitud, que Dios nos da  gratuitamente, sin mérito alguno por nuestra parte; pero de cada persona depende acogerlo  o no; por tanto, no cabe ser indiferentes: o se acoge o se rechaza. Acoger es tener fe, rechazar es no tener fe.

La salvación es siempre algo positivo porque no es otra cosa que desarrollar  al máximo todas las posibilidades que Dios  ha puesto en cada persona desde que venimos a la existencia. Por tanto, la salvación depende de Dios, que siempre es fiel y pone todo a nuestra disposición; pero depende también  de cada persona, en la medida en que vamos desarrollando todo lo que Dios ha sembrado en nosotros. Esto lo dice san Agustín con una breve frase: “Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”. Es decir, que si no hay salvación no es porque Dios la niegue, sino porque la persona la  rechaza.

Por desgracia, los hombres y mujeres manifestamos poco interés por nuestra salvación, y nos quedamos  más bien en  las pequeñas cosas terrenas. Así, por ejemplo, muchos cristianos tenemos  un sentido “raquítico” de la salvación, y buscamos  que Dios nos libere del sufrimiento, la enfermedad, la muerte, la injusticia, etc., como si fuera Dios quien manda los males, y en consecuencia, quien los puede quietar, olvidando  nuestra condición  de seres creados, y en consecuencia, con limitaciones, debilidades y sufridores de torpezas humanas propias o ajenas. La salvación que Dios nos ofrece se realizará a pesar  de nuestras limitaciones.

 También hay cristianos que creen que Dios puede condenar, y por ello hay quienes  dicen:” Si Dios es bueno, ¿Cómo permite que algunos se condenen?” Pensar así y pensar que Dios puede condenar es un grave error, y  prueba  que no entienden el evangelio que hemos leído: “Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo para que todo el que cree en él no perezca sino que tenga vida eterna”.

En la noche de Pascua,  encenderemos el Ciro Pascual, símbolo de la resurrección de Cristo, que es elevado como un faro que destruye la oscuridad e ilumina  el mundo. Pero sólo podrá iluminar a quien lo acoge con fe.


LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUIA DE SAN ROQUE DE HELLÍN: EL MESÍAS ENTREGADO

HOJA DOMINICAL DIOCESANA