sábado, 29 de agosto de 2020

Día 30 de agosto de 2020. Domingo 22 del Tiempo Ordinario

 

LECTURAS

  1. Jeremías 20,7-9
  1. Salmo responsorial
  1. Romanos 12,1-2
  1. Mateo 16,21-27

Contemplando la vida terrena de Jesús, vemos que no pasó por el mundo como quien no pisa tierra, sino que, como cualquier otra persona, su vida fue un viaje hacia la muerte. De ello da cuenta el mismo Jesús, como hoy que, por cuarta vez, anuncia que va a sufrir y morir en Jerusalén; pero también anuncia  “y  resucitar al tercer día”.

Pedro, aunque discípulo de Jesús, no acepta ese destino del maestro, y por eso quiere  corregirlo diciéndole: “Señor, ese no es el camino”. Ante la tentación de Pedro, Jesús se encuentra en el cruce de dos caminos: el camino de retirarse y huir, o el camino de continuar y dar la cara, aceptando las dificultades, incluso la muerte. Jesús optó por este camino, el de cumplir la misión encomendada por Dios. Jesús no vino a sufrir, pero la misión le hizo tener que soportar  el sufrimiento.

 Lo mismo que Pedro, los cristianos de todas las épocas, seguro que no hubiéramos querido  ese camino para Jesús. Y es que lo mismo que Pedro,  también nosotros “pensamos como los hombres, no como Dios”.  Para cualquier judío,  y lo mismo   para Pedro y compañeros discípulos, era inconcebible que el Mesías sufriera y menos que lo mataran, Por por eso,  Jesús, de inmediato, muestra también cuál ha de ser el camino de quien quiere seguirlo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz  y me siga”.

Seguir a Jesús implica  ser como Dios quiere, y esto lo vemos en el modo de vivir de Jesús, donde prevalece la entrega a los demás sin buscar el poder y la gloria,  la renuncia  al egoísmo y  a la ambición personal. Tomar la cruz   es aceptar la oposición del mundo,  que funciona según intereses ideológicos, económicos, y políticos, dando lugar, muchas veces, a un mundo inhumano, injusto y de muerte. Se trata de tomar la cruz que  otras personas,  amigas o enemigas, puede que carguen sobre nuestras espaldas, como le ocurrió al profeta Jeremías (1ª lectura), que por decir la verdad de Dios al pueblo fue rechazado, torturado y llevado casi  a la muerte, o como tantos cristianos, mártires en distintas partes del mundo, en  épocas pasadas y en las actuales, que por ser fieles a Dios han sido y son perseguidos.

Jesús nos muestra el camino  que Dios quiere porque es el que nos lleva a ser más humanos, aunque a veces nos cueste. Todo lo que tiene valor, cuesta. Por eso Jesús  habla de “salvar la vida” y “perder la vida”. En el lenguaje de Jesús,  “salvar la vida” es mirar egoístamente por uno mismo; y “perder la vida” es entregarla en favor de los demás, como el grano de trigo que cae en tierra y muere y da mucho fruto.

LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUIA DE SAN ROQUE DE HELLÍN: CAMINO A SEGUIR


domingo, 23 de agosto de 2020

Día 23 de agosto de 2020. Domingo 21 del Tiempo Ordinario.

 LECTURAS

  1. Isaías 22, 19-23
  1. Romanos 11, 33-36
  1. Salmo responsorial 137
  1. Mateo 16, 13-20

Los evangelios son el resumen  de la predicación de los Apóstoles, que comunican la buena noticia  que han vivido junto a Jesús, de modo que la confesión de Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios”, es el resumen de la fe en Jesús, transmitida por los Apóstoles  y la Iglesia que surge de la predicación apostólica. De ahí que Jesús llame a Simón “Pedro”: “piedra o roca”, indicando con ello  que la fe de Pedro y de los Apóstoles, testigos oculares de Jesús,  es el fundamento  sobre el  que se construye la fe de la Iglesia: “sobre esta piedra edificare mi Iglesia”, dice Jesús.

  La pregunta: “Y para vosotros, ¿quién soy yo?" es una pregunta que Jesús dirige hoy a cada uno de nosotros, y que nos podemos hacer de la siguiente manera: Qué significa y qué provoca en mí el modo de pensar y vivir de Jesús, en quien  creo como Hijo de Dios hecho hombre. Aquí no valen las respuestas  teóricas, ni las respuestas de libro, sino la respuesta que salga de nuestro interior.

Teilhard de Chardin, un jesuita de la primera mitad del siglo XX, paleontólogo y filósofo,  decía que “el evangelio que lee hoy la gente es el evangelio que lee en los cristianos y cristianas que dicen seguir a Cristo”. Es decir, la imagen actual, viva y atrayente, o poco seductora  e indiferente, que puede tener la gente sobre la persona  y hechos de Jesús depende en gran medida de cómo lo vivimos y presentamos quienes decimos que creemos en él y lo seguimos. Seguir a  Jesús  implica reproducir  en nuestra vida sus gestos de amor y ternura, mirar la vida  y a las personas con sus ojos,  esperar su resurrección que se convertirá un día en nuestra  propia resurrección. Y, sin duda, orar muchas veces  diciendo desde el fondo de nuestro corazón: “Creo, Señor, pero aumenta mi fe”.

LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUIA DE SAN ROQUE DE HELLÍN: EDIFICAR LA IGLESIA



viernes, 14 de agosto de 2020

Día 16 de agosto. Domingo 20 del Tiempo Ordinario.


 LECTURAS

  1. Isaías 56,1.6-7
  1. Salmo responsorial 66
  1. Romanos 11,13-15.29-32
  1. Mateo 15,21-28


El domingo pasado Jesús decía a Pedro: "¡Qué poca fe!" Y hoy dice a una mujer pagana: "¡Qué grande es tu fe!" Mt quiere dejar muy claro que lo verdaderamente importante es la fe-confianza,  y  no la pertenencia a un pueblo o religión, y por tanto,  si una persona tiene fe en Jesús, no se puede impedir su pertenencia a la comunidad aunque sea “pagana”.

Jesús utiliza un lenguaje propio de la mentalidad judía, de la que él participaba como buen judío; yo creo que lo hace así, probablemente con un sentido pedagógico, para que los judíos que le acompañan, sus discípulos y algunos más,  aprendan lo que es la fe de una mujer pagana, que manifiesta su fe en Jesús y lo hace con una salida tan airosa y con cierta ironía: “También los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos”. Jesús hizo grandes elogios de la fe de aquella mujer pagana. Ya lo había dicho  Isaías: "A los extranje­ros que se han dado al Señor les traeré a mi monte santo". Jesús descubre que esa mujer cananea, aparentemente ajena al entorno de Jesús, tiene más confianza en él que los más íntimos que le siguen desde hace tiempo.

 Los cristianos tenemos el peligro de heredar del pueblo judío el sentimiento de pueblo elegido y privilegiado. Estamos tan seguros de que Dios es nuestro, que damos por sentado que el que quiera llegar a Dios tiene que contar con nosotros.

Y sin embargo lo que Jesús nos revela es que todos y cada uno de los seres humanos  somos igual de valiosos para Él, porque Dios nos ama a todos, no por lo que somos, sino por lo que Él es: Padre de todos, y meta para todos. Por eso cuando rezamos, Jesús nos enseña a decir: “Padre nuestro…”

LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUIA DE SAN ROQUE DE HELLÍN: PERROS E HIJOS

 




domingo, 9 de agosto de 2020

Día 9 de agosto. Domingo 19 del Tiempo Ordinario

 

LECTURAS

  1. 1 Reyes 19,9a.11-13a
  1. Salmo responsorial  84
  1. Romanos 9,1-5
  1. Mateo 14, 22-23
El relato del evangelio de hoy no es es una crónica de la travesía del lago, sino una parábola sobre los discípulos de Jesús de todos lo tiempos.

La barca con los discípulos dentro es símbolo de la Iglesia, el conjunto de los cristianos, y el mar con sus olas y viento representa el mundo sobre el que navega la Iglesia, porque Jesús quiere que seamos “Iglesia en el mundo” como una barca está hecha para navegar y no para estar amarrada e inmóvil en el puerto. Por eso mismo,  el papa Francisco nos propone la imagen “Iglesia en salida”,  que debe ser la actitud propia de los cristianos: "discípulos misioneros”. Nosotros somos cristianos, hoy,  porque hubo discípulos que hicieron  lo que  Jesús mandó, y en medio de dificultades y persecuciones, anunciaron el Evangelio que  llegó hasta nuestros antepasados y hasta nosotros.

Lo mismo que aquellos primeros discípulos se asustaron, también hoy nosotros podemos sentir miedo, incluso con el peligro de pensar  que Jesús nos ha abandonado. Pero Jesús está ahí, y nos dice hoy como entonces: “Ánimo soy yo, no tengáis miedo”.

Para que nuestra fe se mantenga fuerte es necesario sentirnos familia de Jesús, y estar unidos como hacemos en el encuentro dominical,  en el que escuchamos la Palabra de Dios,  le damos gracias, pedimos  unos por los otros y por nuestro mundo, y recibimos la fuerza de Jesucristo en el pan de la comunión.

 Es la Iglesia quien nos ha entregado el Evangelio de Jesús, es reunidos como  Iglesia que celebramos los sacramentos, especialmente la Eucaristía. Y como Pedro, también debemos decirle a Jesús en nuestra oración: “¡Señor, sálvame!”, y dejarnos agarrar  por la mano que Jesús nos tiende a través de su Iglesia, signo visible de Jesucristo resucitado.

LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUIA DE SAN ROQUE DE HELLÍN: JESÚS Y SU IGLESIA

sábado, 1 de agosto de 2020

Día 2 de agosto de 2020. Domingo 18 del Tiempo Ordinario.

LECTURAS

  • Isaías 55,1-3
  • Salmo responsorial 144
  • Romanos 8,35.37-39
  • Mateo  14,13-21


 “Jesús se marchó  de allí en barca a un sitio tranquilo y apartado”. En la barca, se supone, iban  también sus discípulos a los que invita a  un lugar tranquilo, especie de mini-vacaciones. Era necesario apartarse un poco del bullicio  de la gente, y así poder recuperar fuerzas, y sin duda,  Jesús quiere intensificar  la relación con sus discípulos en paz y sin prisas. Pero "su gozo en un pozo", porque en cuanto  bajó de la barca se encontró  con la multitud que le esperaba con muchos enfermos, y como tantas veces, Jesús sintió compasión y se puso a curar hasta el caer de la tarde. La misericordia de Jesús no tenía vacaciones.

 Los discípulos siguiendo la lógica  humana de no complicarse la vida sugieren a Jesús que despida a la gente. Y es que los discípulos aún no habían entrado en la manera de hacer Dios, como  manifestó  Jesús, quien,  de inmediato les responde: “dadles vosotros de comer”. Podemos imaginar la cara de susto en los discípulos, como bien indica la respuesta: “Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces”.

Jesús les da la responsabilidad  de atender a la multitud, pero Jesús también  tomó la iniciativa, y después de bendecir los panes y peces, les hizo compartirlos hasta el punto que “comieron todos y se saciaron, y recogieron  doce cestos de sobras".

 El pan es un término  con un significado amplio: es símbolo del alimento y de todo lo que el ser humano necesita  para vivir; es expresión de trabajo y de esfuerzo del ser humano para transformar  el mundo  al servicio de la vida. El pan es también la materia de la Eucaristía: el pan consagrado, Cuerpo de Cristo,  portador de la vida divina.

Lo pedimos en la oración del Padrenuestro: “Danos el pan nuestro de cada día”. No decimos el pan “mío” sino “el pan “nuestro”, pan que  nos sacia del hambre físico, y que nos humaniza cuando se comparte.

Dios, por boca del profeta  Isaías nos presenta otra cara del pan, diciéndonos: “¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta y el salario en lo que no da hartura? ¿Qué quieren decir estas palabras?: que el pan que uno come, si es fruto de la explotación del prójimo, si es fruto de  injusticia, entonces no humaniza ni crea fraternidad, ni puede ser pan bendecido por Dios. De hecho Jesús dirá: “Venid, benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me disteis de comer”.

Es cierto que nuestra fe cristiana no  elimina los problemas, pero nos capacita para afrontar las dificultades, porque el cristiano se sabe acompañado, como lo estaban los apóstoles, o como nos ha dicho san Pablo: ¿Quién nos separará del amor de Dios? Nuestra tarea, desde nuestra fe, está en escuchar  la voz de Dios  y conducirnos según su voluntad.

LECTIO DIVINA DE SAN ROQUE DE HELLÍN: MI CUERPO ES VERDADERA COMIDA.