- 1 Samuel 16,1b.6-7.10-13a
En este domingo, el tema de la luz es central. En el evangelio Jesús abre los ojos de un ciego a la luz. Jesús lo hace por propia iniciativa; no conocía al ciego, ni éste a Jesús, pero el ciego escucha y obedece a Jesús, cuando le dice "Ve a lavarte los ojos a la piscina de Siloé". El ciego se puso en camino y recobró la vista.
El evangelista Juan tiene una intención: mostrar que Jesús es la luz del mundo, y además Juan está señalando al bautismo cristiano a través de dos elementos: el agua y la luz. Algo parecido a lo que le ocurrió al ciego curado, sucede en le bautismo: por la inmersión en el agua, el bautizado sale purificado de los pecados e iluminado por la fe en su nuevo nacimiento como hijo de Dios por adopción.
En los primeros tiempos del cristianismo a los bautizados se los llamaba "iluminati", porque la fe era la luz que recibían de Cristo, llamados también a tener la mirada y mentalidad de Jesús. Con razón San Pablo nos dice en la 2ª lectura: "Antes erais tinieblas, pero ahora, sois luz por el Señor. Vivid como hijos de la luz". Viviendo como hijos de la luz, debemos dar los frutos de la luz que son "bondad, justicia, verdad". Para mantenernos en la luz es fundamental escuchar la Palabra,como el ciego escuchó a Jesús, hasta llegar a creer y decir: "Creo, Señor", y se postró ante él.