LECTURAS
- Isaías 40, 1-5.9-11
- Salmo responsorial 103
- Tito 2,11-14;3,4-7
- Lucas 3, 15-16.21-22
Tras muchos años de anonimato, viviendo en el silencio de la vida ordinaria en el pueblo donde se crió y vivía su familia, Nazaret, Jesús, como tantos otros compatriotas, se acercó a escuchar la predicación de Juan Bautista, reconocido como profeta, que predicaba con fuerza llamando a la conversión, a los que bautizaba en el Jordán.
Jesús, como uno más, también se puso en la fila y se dejó bautizar por Juan, siendo cuando "mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo y vino una voz del cielo: "Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto". Con estas palabras se nos muestra cual es la identidad y misión de Jesús, afirmando que Jesús es el ungido del Padre como Mesías. Y que es un Mesías en la linea, indicada por Isaías: "Siervo de Dios" o siervo sufriente en favor de los demás.
Por el bautismo somos "injertados en Cristo", y en consecuencia, somos "hijos de Dios por adopción" y ungidos por el Espíritu de Dios para que nuestra vida se parezca a la de Jesús, de quien dijo el apóstol Pedro que "pasó haciendo el bien, y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él".