- Hechos de los Apóstoles 10,25-26.34-35.44-48
Hoy, la Iglesia nos invita a tener muy presentes a los enfermos: "La Pascua del enfermo" se llama esta jornada.
El mandamiento del amor fraterno nos indica que la persona ha de ocupar el centro de todo; la persona es más importante que la ganancia o el ahorro económico. Y sin embargo, en nuestra sociedad la indiferencia es moneda corriente; pasamos también de las personas, por eso, olvidamos o ignoramos el sufrimiento, la soledad del prójimo.
Todos hemos estado enfermos alguna vez. Un simple dolor de cabeza, un malestar,nos puede hacer entender la limitación que tiene la persona que "no está bien", que no puede vivir la vida con la normalidad de otras ocasiones. Y valoramos la preocupación que quien está a nuestro lado aliviando nuestro dolor o preocupándose de nosotros.
Jesús pasó de largo ante quien sufría, fueran enfermos o pecadores; el "pasó haciendo el bien", perdonado y curando. Incluso nos enseñó la importancia de acercarse al que sufre, lo hizo con la parábola del "buen samaritano".
Nosotros, como Jesús, no podemos ser ajenos al dolor de quien sufre la enfermedad. Es más, acercándonos al que está enfermo, visitándolo y atendiéndolo, estamos acercándonos a Dios, porque Dios se identifica con el que sufre, como nos asegura Jesús con aquella otra parábola: "Porque tuve hambre y me diste de comer; estuve enfermo y me visitaste", concluyendo Jesús: "Lo que hiciste a uno de estos pequeños, mis hermanos, a mí me lo hiciste"