LECTURAS
- Amós 6, 1a.4-7
- Salmo responsorial 145
- 1 Timoteo 6, 11-16
- Lucas 16, 19-31
"Poderoso Caballero es Don Dinero" repite Quevedo, una y otra vez, a modo de estribillo, en un poema que, seguro, hemos leído o escuchado muchas veces.
Es verdad, el dinero tiene un poder tal que trastorna mentes y conciencias, y prueba de ello es el gran abismo que hay entre Norte-Sur, entre Primer Mundo y Tercer Mundo. El drama de la parábola de hoy sigue vigente en nuestro mundo del siglo XXI, mundo de progreso y globalizado.
La parábola se sitúa en la misma línea de Mt 25, 31-46 donde se dice "tuve hambre y no me diste de comer, tuve sed y no me diste de beber..."
La denuncia que se hace es que la riqueza produce cierta "ceguera" que lleva a desconocer o ignorar al que está a nuestra lado y vive de las migajas, millones de personas que viven con 1 euro al día o menos, o rebuscando en un contendedor en cualquiera de nuestras calles. Es el pecado de indiferencia o de omisión, que tantas veces nos lleva a decir: "yo no lo sabía...", para seguir en nuestras rutinas y comodidades, mirando para otra parte.
Jesús en su predicación sobre el "reino de Dios" enseñaba que dicho reino consistía en hacer de nuestras relaciones una comunidad de hermanos, compartiendo lo que somos y tenemos como fruto del amor. También apunta Jesús que nuestro comportamiento en nuestro paso por este mundo tiene una transcendencia, con un valor eterno, es decir que nuestra vida en la tierra es lo que viviremos por siempre en el futuro eterno que esperamos.