viernes, 24 de octubre de 2025

Día 26 octubre de 2025. Domingo XXX del Tiempo Ordinario.

 

LECTURAS

  • Eclesiástico 35,12-14.16-19a
  • Salmo responsorial  33, 2-3.17-19.23
  • 2 Timoteo 4,6-8
  • Lucas 18,9-14

  En el relato evangélico de hoy, el fariseo sube al templo y se presenta a sí mismo ante Dios, vanagloriándose de cumplir más de lo debido, lo que lo hace considerarse mucho mejor que los demás, incluso se atreve a despreciar a otros que no son como él, caso del publicano. El publicano, por el contrario, reconoce que es un pecador y ni siquiera es capaz de levantar los ojos al cielo.

  Como en toda parábola, Jesús nos interpela a través de los personajes descritos. El publicano que solo se mostró pecador ante Dios y no pidió nada, obtuvo la misericordia de Dios. Así, la conclusión de la enseñanza de Jesús es tajante: “El que se ensalza será humillado y el que se humilla será enaltecido”. Por ello, nos preguntamos ¿qué es lo fundamental que nos enseña el evangelio de hoy? No son los méritos propios, ni los muchos cumplimientos de normas, sino la actitud humilde de quien intenta amar y servir, sabiendo que siempre podríamos hacerlo mejor. La humildad es una virtud evangélica que nos capacita para aceptarnos como somos y reconocer la necesidad que tenemos de los otros y de Dios.

   La humildad es el lugar existencial para relacionarnos con Dios, reconociendo nuestra condición de seres creados. San Agustín decía que “la oración es una disposición necesaria, que nos capacita para reconocer nuestra pobreza, nuestra condición mortal, y pedir el remedio al único que es capaz de solucionarlo: Dios”. Algo de esto hemos escuchado en el Eclesiástico (1ª lectura):”La oración del humilde, atraviesa las nubes y no se detiene hasta que alcanza su destino, no desiste hasta que el Altísimo lo atiende y no tardará en hacerle justicia”. Hay una antigua enseñanza de los monjes cristianos de los primeros tiempos que dice así: “Dichoso el monje que, después de Dios, considera a todos los hombres y mujeres como Dios”. Y también: “Quien adora a Dios, ama a sus hijos. Quien respeta a Dios, respeta a los seres humanos”.

LECTIO DIVINA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA