LECTURAS
- Génesis 2,18-24
- Salmo responsorial 127, 1-2.3.4-5.6
- Hebreos 2, 9-11
- Marcos 10, 1-12
El “repudio” (que hoy llamamos “divorcio”), en la época de Jesús era una tremenda discriminación de la mujer. Había toda una casuística
con razones ridículas para despedir a la esposa: si la mujer se despistaba y se
le quemaba la comida, si el marido había encontrado otra mujer más atractiva,
etc., eran motivos de “repudio” por parte del varón. Jesús rompe con esta
interpretación machista por la cual el hombre podía despedir a su mujer por
cualquier causa y se pone de parte del más débil, en este caso la mujer.
Ante la
pregunta-trampa que los fariseos le hacen, arguyendo desde una ley antigua que daba al hombre el poder de
expulsar a su mujer de la familia, Jesús le remite al designio original de Dios, y lo
hace citando el primer libro de la Biblia, el Génesis, donde está escrito: “Serán
dos en una sola carne”; esta es una expresión hebrea que significa: “dos en
plena comunión de amor”. Es decir, contra la mentalidad y cultura judía de la
época, Jesús afirma la igualdad del hombre y de la mujer, fundamentadas en el
amor, que sólo es posible si hay igualdad y dignidad.
Jesús
termina la discusión con las palabras del Génesis: “Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”, con lo que afirma
que el amor verdadero no se acaba nunca. Dios que es amor ha puesto la semilla
del amor en el corazón del hombre y de la mujer para que vivan el matrimonio en
plena comunión de vida. En consecuencia, Dios no quiere mujeres sometidas al
varón, Jesús no admite la superioridad del varón y el sometimiento de la mujer,
sino que afirma la igualdad y dignidad de ambos, cuyo fruto debe ser un amor
verdadero entre ambos.
Dios nos ha creado a su imagen y semejanza; y justamente,
por eso, tenemos capacidad de amar. Y es precisamente cuando nos amamos cuando
nos parecemos a Dios. Por eso dirá Jesús a todos sus discípulos:” Amaos unos a
otros como yo os he amado”.
El matrimonio cristiano es el lazo de unión por el que un
hombre y una mujer se comprometen a vivir amándose el uno al otro durante toda
la vida, como Cristo nos ha amado, siendo así reflejos del amor de Dios.
LECTIO DIVINA DE LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA
El “repudio” (que hoy llamamos “divorcio”), en la época de Jesús era una tremenda discriminación de la mujer. Había toda una casuística
con razones ridículas para despedir a la esposa: si la mujer se despistaba y se
le quemaba la comida, si el marido había encontrado otra mujer más atractiva,
etc., eran motivos de “repudio” por parte del varón. Jesús rompe con esta
interpretación machista por la cual el hombre podía despedir a su mujer por
cualquier causa y se pone de parte del más débil, en este caso la mujer.
Ante la
pregunta-trampa que los fariseos le hacen, arguyendo desde una ley antigua que daba al hombre el poder de
expulsar a su mujer de la familia, Jesús le remite al designio original de Dios, y lo
hace citando el primer libro de la Biblia, el Génesis, donde está escrito: “Serán
dos en una sola carne”; esta es una expresión hebrea que significa: “dos en
plena comunión de amor”. Es decir, contra la mentalidad y cultura judía de la
época, Jesús afirma la igualdad del hombre y de la mujer, fundamentadas en el
amor, que sólo es posible si hay igualdad y dignidad.
Dios nos ha creado a su imagen y semejanza; y justamente,
por eso, tenemos capacidad de amar. Y es precisamente cuando nos amamos cuando
nos parecemos a Dios. Por eso dirá Jesús a todos sus discípulos:” Amaos unos a
otros como yo os he amado”.
El matrimonio cristiano es el lazo de unión por el que un
hombre y una mujer se comprometen a vivir amándose el uno al otro durante toda
la vida, como Cristo nos ha amado, siendo así reflejos del amor de Dios.