LECTURAS
- Jeremías 31,7-9
- Salmo responsorial
- Hebreos 5,1-6
- Marcos 10,46-55
Podemos apreciar
el contraste entre los discípulos que van con Jesús, pero que parecen ciegos,
porque no ven más allá de sus propios intereses y ambiciones. Y, por otra
parte, el ciego Bartimeo, quien, teniendo los ojos cerrados, sin embargo, sí ve
a Jesús. “El ciego Bartimeo
estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna”, nos relata el evangelio. Es
decir, esta inmóvil, no puede avanzar en el camino, la vida se ha parado con él;
está a merced de la ayuda que los otros quieran darle, vive en estado de
dependencia permanente, ha perdido su libertad.
Este ciego
representa también a una multitud de hombres y mujeres de nuestro tiempo, necesitados
de luz y de sentido. Todos somos un poco el ciego Bartimeo.
Con toda
seguridad, el ciego Bartimeo había oído hablar de Jesús. Le han contado de sus milagros
y curaciones que realiza. Conoce también las antiguas profecías que dicen que, en
el tiempo del Mesías, los ciegos verán y los cojos caminaran. Cree en ello, y
por eso con toda su fuerza grita: “Jesús, hijo de David, ten compasión de mí”. Y Jesús no pasa
de largo. Lo escucha, se detiene y lo hace llamar. En ese momento cambian de
actitud aquellos que le regañaban: “Ánimo, levántate, que te llama”. Y el ciego:
“soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús”. Tantos días, tantos años
esperando una oportunidad, un momento como éste. Finalmente se encuentra con Jesús.
“¿Qué
quieres que te haga?” le dice Jesús; y la respuesta del ciego es inmediata: “Rabbuni,
haz que recobre la vista”. El ciego cree realmente que Jesús puede salvarlo de
la ceguera y darle la vista, como así fue: “Anda, tu fe te ha salvado”. Jesús
con su palabra certifica que el milagro es fruto de la fe. Y aquel hombre
recobró la vista. El ciego
Bartimeo, una vez curado, no se fue a su casa, sino que siguió permanentemente
como discípulo de Jesús, como indica el evangelio: “Lo seguía por el camino”.
Bartimeo es el modelo de todo el que desea ser
discípulo/a de Jesús, y que quiere verse libres de su ceguera para seguirlo por
el camino de la vida de cada día y que lleva a una vida plena de sentido.
LECTIO DIVINA DE LA PARROQUIA SAN ISIDRO DE ALMANSA
HOJA DOMINICAL DIOCESANA
Podemos apreciar el contraste entre los discípulos que van con Jesús, pero que parecen ciegos, porque no ven más allá de sus propios intereses y ambiciones. Y, por otra parte, el ciego Bartimeo, quien, teniendo los ojos cerrados, sin embargo, sí ve a Jesús. “El ciego Bartimeo estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna”, nos relata el evangelio. Es decir, esta inmóvil, no puede avanzar en el camino, la vida se ha parado con él; está a merced de la ayuda que los otros quieran darle, vive en estado de dependencia permanente, ha perdido su libertad.
Este ciego
representa también a una multitud de hombres y mujeres de nuestro tiempo, necesitados
de luz y de sentido. Todos somos un poco el ciego Bartimeo.
“¿Qué quieres que te haga?” le dice Jesús; y la respuesta del ciego es inmediata: “Rabbuni, haz que recobre la vista”. El ciego cree realmente que Jesús puede salvarlo de la ceguera y darle la vista, como así fue: “Anda, tu fe te ha salvado”. Jesús con su palabra certifica que el milagro es fruto de la fe. Y aquel hombre recobró la vista. El ciego Bartimeo, una vez curado, no se fue a su casa, sino que siguió permanentemente como discípulo de Jesús, como indica el evangelio: “Lo seguía por el camino”.
Bartimeo es el modelo de todo el que desea ser
discípulo/a de Jesús, y que quiere verse libres de su ceguera para seguirlo por
el camino de la vida de cada día y que lleva a una vida plena de sentido.