La Iglesia celebra el día de Pentecostés, este año el 19 de mayo, el Día de la Acción Católica y Apostolado Seglar. «Laicos por vocación, llamados a la misión» es el lema que la Comisión Episcopal para los Laicos, Familia y Vida propone para la Jornada de este año.
LECTURAS
- Hechos de los Apóstoles 2, 1-11
- Salmo responsorial 32, 10-11.12-13.14-15
- 1 Corintios 12,3b-7.12-13
- Juan 20, 19-23
La
experiencia del Espíritu Santo cambió la vida de los discípulos de Jesús, les ayudó a profundizar y
tomar conciencia de lo que había pasado durante la Pascua, no solamente con
Jesús, sino con ellos mismos. La consecuencia
del acontecimiento fue que los discípulos de Jesús perdieron el miedo y se
atrevieron a salir de la casa donde estaban, y se pusieron a anunciar
públicamente lo que Jesús les había encomendado. Esta es la razón
por la que, en el día de Pentecostés, los cristianos celebramos la fiesta del
Espíritu Santo, quien nos señala el camino a seguir: ser “Iglesia en salida”,
con la misión de anunciar a Jesucristo, quien resucitado está presente en la
Iglesia por medio del Espíritu Santo.
San Pablo,
en la 2ª Carta a los Corintios, nos indica cómo actúa el Espíritu Santo. En primer lugar, afirma:” Nadie, hoy, puede
decir: Jesús es Señor, sino por el Espíritu Santo”. Es decir, que nuestra fe
cristiana es un regalo de Dios, que recibimos a través del Espíritu Santo. En segundo
lugar, el Espíritu Santo nos hace vivir unidos a Jesucristo, como miembros de
un solo cuerpo, que es la Iglesia, en la que cada cual desarrolla sus funciones
según los carismas o cualidades recibidos, que se deben poner al servicio de
los demás, para el bien y crecimiento de la Iglesia. Por tanto, es el Espíritu
Santo quien nos mueve a vivir en comunión y nos empuja a vivir el amor a Dios y
a los demás.
Ahora bien,
¿Cómo podemos reconocer que es el Espíritu Santo quien actúa en nosotros? Esto se percibe por los resultados: si nos
deja alegría y paz interior, es signo de la presencia del Espíritu; si domina
en nosotros la inquietud y tristeza, eso no es fruto del Espíritu.
Para descubrir
con mayor facilidad lo que Dios nos pide en cada momento, es necesario vivir
con sentido espiritual la propia existencia, lo que permitirá ir descubriendo
la voluntad de Dios por la experiencia, siendo fieles a Dios. Es una especie de
sexto sentido (una especie de “oído espiritual”), que permite reconocer por
fuera la voz del Espíritu Santo que uno lleva dentro.
El Espíritu
Santo siempre llena de paz interior. En cambio, la incertidumbre continua es
prueba de que nuestra vida no se desarrolla bajo la acción del Espíritu Santo,
sino que es un sentimiento malo, fruto de nuestro espíritu raquítico. Dejemos que el
Espíritu Santo guíe nuestra vida, que pongamos nuestras cualidades al servicio
de los demás. “Por el fruto se conocerá que sois mis discípulos, si os amáis
unos a otros”, dijo Jesús.
LECTIO DIVINA DE LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA
HOJA DOMINICAL DIOCESANA
PRIMERAS COMUNIONES
19 MAYO DE 2024
La experiencia del Espíritu Santo cambió la vida de los discípulos de Jesús, les ayudó a profundizar y tomar conciencia de lo que había pasado durante la Pascua, no solamente con Jesús, sino con ellos mismos. La consecuencia del acontecimiento fue que los discípulos de Jesús perdieron el miedo y se atrevieron a salir de la casa donde estaban, y se pusieron a anunciar públicamente lo que Jesús les había encomendado. Esta es la razón por la que, en el día de Pentecostés, los cristianos celebramos la fiesta del Espíritu Santo, quien nos señala el camino a seguir: ser “Iglesia en salida”, con la misión de anunciar a Jesucristo, quien resucitado está presente en la Iglesia por medio del Espíritu Santo.
San Pablo, en la 2ª Carta a los Corintios, nos indica cómo actúa el Espíritu Santo. En primer lugar, afirma:” Nadie, hoy, puede decir: Jesús es Señor, sino por el Espíritu Santo”. Es decir, que nuestra fe cristiana es un regalo de Dios, que recibimos a través del Espíritu Santo. En segundo lugar, el Espíritu Santo nos hace vivir unidos a Jesucristo, como miembros de un solo cuerpo, que es la Iglesia, en la que cada cual desarrolla sus funciones según los carismas o cualidades recibidos, que se deben poner al servicio de los demás, para el bien y crecimiento de la Iglesia. Por tanto, es el Espíritu Santo quien nos mueve a vivir en comunión y nos empuja a vivir el amor a Dios y a los demás.
Ahora bien, ¿Cómo podemos reconocer que es el Espíritu Santo quien actúa en nosotros? Esto se percibe por los resultados: si nos deja alegría y paz interior, es signo de la presencia del Espíritu; si domina en nosotros la inquietud y tristeza, eso no es fruto del Espíritu.
Para descubrir
con mayor facilidad lo que Dios nos pide en cada momento, es necesario vivir
con sentido espiritual la propia existencia, lo que permitirá ir descubriendo
la voluntad de Dios por la experiencia, siendo fieles a Dios. Es una especie de
sexto sentido (una especie de “oído espiritual”), que permite reconocer por
fuera la voz del Espíritu Santo que uno lleva dentro.
El Espíritu Santo siempre llena de paz interior. En cambio, la incertidumbre continua es prueba de que nuestra vida no se desarrolla bajo la acción del Espíritu Santo, sino que es un sentimiento malo, fruto de nuestro espíritu raquítico. Dejemos que el Espíritu Santo guíe nuestra vida, que pongamos nuestras cualidades al servicio de los demás. “Por el fruto se conocerá que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros”, dijo Jesús.
LECTIO DIVINA DE LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA
HOJA DOMINICAL DIOCESANA
PRIMERAS COMUNIONES