DÍA DE ORACIÓN "VIDA CONTEMLATIVA"
LECTURAS
- Deuteronomio 4, 32-34.-40
- Salmo responsorial 32, 4-5.6.9.18-19.20.22
- Romanos 8, 14-17
- Mateo 28, 16-20
Jesús nos habló de
Dios desde la propia experiencia, por eso dirá a sus discípulos en la sobremesa
de la última cena: “Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre… El Padre, que
permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme, yo estoy en el Padre y el Padre
en mí”.
Se esforzó en purificar la idea de Dios que tenía el pueblo judío en su época. Así, Jesús muestra que Dios no es solo Dios de los buenos, de los piadosos, de los religiosos, sino que también es el Dios de los excluidos, los marginados, de los enfermos y pecadores, incluso de los no religiosos e indiferentes. Así se entiende aquello que dijo:” No tienen necesidad de médico los sanos sino los enfermos; no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.
La base de
toda experiencia religiosa reside en tener conciencia de nuestra condición de seres
creados, y la necesidad de ser sustentados por la permanente acción creadora de
Dios. El reconocernos seres limitados manifiesta que no nos damos la existencia
a nosotros mismos, sino que nuestra existencia es más de Dios que de nosotros
mismos, porque sin Dios no sería posible nuestra existencia.
Jesús nos dice que Dios está en el centro de su vida: “Yo estoy en el Padre, y el Padre está en mí”. También manifestó quien es Dios para la humanidad: “Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único, no para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”. Y san Juan, de lo visto y oído en Jesús, sacó la conclusión de que “Dios es amor”.