domingo, 28 de abril de 2024
Día 28 abril de 2024. Domingo V de Pascua.
viernes, 19 de abril de 2024
Día 21 abril de 2024. Domingo IV de Pascua. Jornada de oración por las vocaciones.
LECTURAS
Al decir Jesús “Yo soy el Buen Pastor”, indica también cuáles son las características de su relación con aquellos que le siguen: él no trabaja por un jornal o interés material, a los que le siguen no los abandona nunca, y sabe ver las trampas de los lobos o de quienes pueden producir el mal y por eso avisa y defiende. Uno de los rasgos identificativos de este buen pastor, que es Jesús, es que “conoce” a sus ovejas, y ellas lo reconocen. Es una actitud propia de Dios mismo: “Conozco a mis ovejas, y ellas me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre”.
Pero este
conocer no es un conocimiento intelectual, sino un conocimiento de experiencia
personal. En el evangelio de Juan, “conocer” no tiene nada que ver con una un
saber intelectual o un saber cosas, sino que se trata de conocer desde dentro. De
hecho, cuanto más conocemos a alguien, más lo conocemos por dentro. Así, en
este evangelio, cuando se habla de conocer, se trata de un conocer que denota
comunión y relación afectiva con el otro.
Por el
bautismo, el cristiano es constituido “pastor”, lo que significa tener los
oídos bien abiertos para descubrir las necesidades del otro y poder servirlo, y
así parecerse a Jesús, como Jesús se parece al Padre. La entrega se manifiesta en aquella actitud
que propuso Jesús: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda
infecundo; pero si muere, da mucho fruto”.
Hoy es la jornada
de oración por las vocaciones. Es decir, Dios que nos ha llamado a ser
cristianos, nos invita a cada uno a qué vivamos el seguimiento de Jesús
sirviendo a los demás, poniendo en acción todas las cualidades y dones que
hemos recibido gratuitamente.
LECTIO DIVINA DE LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA
HOJA DOMINICAL DIOCESANA
viernes, 12 de abril de 2024
Día 14 abril de 2024. Domingo III de Pascua.
LECTURAS
- Hechos de los Apóstoles 3,13-15.17-19
- Salmo responsorial 4, 2.7.9
- 1 Juan 2, 1-5a
- Lucas 24, 35-48
El evangelio de
este domingo, 3º de Pascua, sigue presentando las apariciones de Jesús
resucitado. La de hoy, del evangelio de Lucas, es continuación de aquella
escena del encuentro de Jesús resucitado con los discípulos de Emaús, primero
por el camino, y luego, en la casa durante la cena, cuando descubren que es
Jesús al partir el pan. Dichos
discípulos de Emaús, después de aquel encuentro, de inmediato, vuelven a
Jerusalén para encontrarse con la comunidad reunida y explicarles la
experiencia que han tenido del encuentro con Jesús. Y es allí mismo, junto al
resto de discípulos reunidos donde, de nuevo, Jesús se hace presente y se deja
ver.
¿Por qué esta insistencia en querer mostrar, tocar,
comer? Con este lenguaje, se nos está diciendo que Dios se hace presente en la
historia humana, mediante la encarnación de Dios en Jesús, y ahora, en la
resurrección. Y, por tanto, se nos está enseñando que la fe no es una idea, o
un sentimiento, sino el encuentro con una persona, Dios que ha asumido la
humanidad en Jesús.
Si miramos
todo el evangelio, observamos que Dios mediante la Encarnación se pone a
nuestra altura para que tengamos acceso a él, de otra manera imposible. Si recordamos el principio del evangelio de
Lucas, cuando el nacimiento de Jesús, el ángel dice a los pastores: “Y aquí
tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un
pesebre”. Y cuando Jesús instituyó la Eucaristía, se dice: “Tomó pan, y después
de pronunciar la bendición, lo partió, lo dio a los discípulos y les dijo: “Tomad,
comed: esto es mi cuerpo".
La presencia de
Jesús resucitado también se da en la “carne” de los hombres y mujeres, como el
mismo Jesús nos indica con una parábola, dónde se identifica con el cuerpo de
quienes sufren: “Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me
disteis de beber…, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis… En
verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más
pequeños, conmigo lo hicisteis” (Cf Mt 25, 35-40).
Lo que dice Jesús al final del evangelio: “Vosotros sois testigos de esto”, son
palaras que nos dirige también a nosotros, hoy y en cada Misa dominical.
LECTIO DIVINA DE LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA
HOJA DOMINICAL DIOCESANA
El evangelio de este domingo, 3º de Pascua, sigue presentando las apariciones de Jesús resucitado. La de hoy, del evangelio de Lucas, es continuación de aquella escena del encuentro de Jesús resucitado con los discípulos de Emaús, primero por el camino, y luego, en la casa durante la cena, cuando descubren que es Jesús al partir el pan. Dichos discípulos de Emaús, después de aquel encuentro, de inmediato, vuelven a Jerusalén para encontrarse con la comunidad reunida y explicarles la experiencia que han tenido del encuentro con Jesús. Y es allí mismo, junto al resto de discípulos reunidos donde, de nuevo, Jesús se hace presente y se deja ver.
¿Por qué esta insistencia en querer mostrar, tocar,
comer? Con este lenguaje, se nos está diciendo que Dios se hace presente en la
historia humana, mediante la encarnación de Dios en Jesús, y ahora, en la
resurrección. Y, por tanto, se nos está enseñando que la fe no es una idea, o
un sentimiento, sino el encuentro con una persona, Dios que ha asumido la
humanidad en Jesús.
Si miramos todo el evangelio, observamos que Dios mediante la Encarnación se pone a nuestra altura para que tengamos acceso a él, de otra manera imposible. Si recordamos el principio del evangelio de Lucas, cuando el nacimiento de Jesús, el ángel dice a los pastores: “Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Y cuando Jesús instituyó la Eucaristía, se dice: “Tomó pan, y después de pronunciar la bendición, lo partió, lo dio a los discípulos y les dijo: “Tomad, comed: esto es mi cuerpo".
La presencia de Jesús resucitado también se da en la “carne” de los hombres y mujeres, como el mismo Jesús nos indica con una parábola, dónde se identifica con el cuerpo de quienes sufren: “Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber…, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis… En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Cf Mt 25, 35-40).
Lo que dice Jesús al final del evangelio: “Vosotros sois testigos de esto”, son palaras que nos dirige también a nosotros, hoy y en cada Misa dominical.
LECTIO DIVINA DE LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA
HOJA DOMINICAL DIOCESANA
sábado, 6 de abril de 2024
Día 7 abril de 2024. Domingo II de Pascua.
LECTURAS
- Hechos de los Apóstoles 4, 32-35
- Salmo responsorial 117,2-4.16ab-18.22-24
- 1 Juan 5, 1-6
- Juan 20, 19-31
“Al
anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una
casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se
puso en medio y les dijo: “paz a vosotros””. Es la primera vez que Jesús se “deja
ver” por los discípulos después de su muerte en la cruz. Es el día de la
resurrección, es la “Pascua de Jesús”; por eso, es el “día del Señor”, el “domingo”. Esta fue la
característica que identificaba a los primeros cristianos, que se reunían cada
8 días, porque sabían que el Señor resucitado se hacía presente en la comunidad
congregada. A este día lo llamaron “domingo”, porque en este día Jesús
resucitó. Dicho encuentro, hoy, tiene lugar en la Eucaristía o Misa.
Uno de los
discípulos, Tomás, no estaba con el grupo de discípulos, y no podía creer, por
más que les digan sus compañeros: “Hemos visto al Señor”.
Tomás no cree
porque no estaba con el grupo, y dice: “si no le veo en sus manos la señal de
los clavos, si no meto la mano en su costado, no lo creo". Ocho días
después, el grupo de discípulos estaba reunido, y Tomás con ellos, cuando Jesús
de nuevo se deja ver. Y Jesús dirigiéndose a Tomás le dice: “Trae tu dedo, aquí
tienes mis manos; trae tu mano, aquí tienes mi costado”. Y de inmediato Tomás creyó,
y dijo: “Señor mío, y Dios mío”. Jesús respondió:
“Porque me has visto has creído”. “Dichosos los que crean sin haber visto”.
Estas
palabras últimas, sin duda, están dirigidas a nosotros, los que creemos en
Jesús, no porque lo hemos visto físicamente, sino porque lo hemos visto con los ojos
del corazón, gracias a la fe que hemos recibido a través de la Iglesia, que,
reunida en torno a Jesús, cada domingo, escucha la Palabra, crece en la fe, celebra
y ora dicha fe y la vive en el día a día. Por eso, el domingo, día del Señor,
es el día de la fe, el día de la eucaristía, el día de la Iglesia.
LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA
HOJA DOMINICAL DIOCESANA
“Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “paz a vosotros””. Es la primera vez que Jesús se “deja ver” por los discípulos después de su muerte en la cruz. Es el día de la resurrección, es la “Pascua de Jesús”; por eso, es el “día del Señor”, el “domingo”. Esta fue la característica que identificaba a los primeros cristianos, que se reunían cada 8 días, porque sabían que el Señor resucitado se hacía presente en la comunidad congregada. A este día lo llamaron “domingo”, porque en este día Jesús resucitó. Dicho encuentro, hoy, tiene lugar en la Eucaristía o Misa.
Uno de los discípulos, Tomás, no estaba con el grupo de discípulos, y no podía creer, por más que les digan sus compañeros: “Hemos visto al Señor”.
Tomás no cree porque no estaba con el grupo, y dice: “si no le veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto la mano en su costado, no lo creo". Ocho días después, el grupo de discípulos estaba reunido, y Tomás con ellos, cuando Jesús de nuevo se deja ver. Y Jesús dirigiéndose a Tomás le dice: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano, aquí tienes mi costado”. Y de inmediato Tomás creyó, y dijo: “Señor mío, y Dios mío”. Jesús respondió: “Porque me has visto has creído”. “Dichosos los que crean sin haber visto”.
Estas palabras últimas, sin duda, están dirigidas a nosotros, los que creemos en Jesús, no porque lo hemos visto físicamente, sino porque lo hemos visto con los ojos del corazón, gracias a la fe que hemos recibido a través de la Iglesia, que, reunida en torno a Jesús, cada domingo, escucha la Palabra, crece en la fe, celebra y ora dicha fe y la vive en el día a día. Por eso, el domingo, día del Señor, es el día de la fe, el día de la eucaristía, el día de la Iglesia.