LECTURAS
- 2 Crónicas 36,14-16.19-23
- Salmo responsorial 136,1-2.3.4.5.6
- Efesios 2,4-10
- Juan 3,14-21
Jesús retomando una “leyenda” de cuando
el pueblo hebreo hacía la travesía del desierto camino de la Tierra Prometida, se
la aplica a sí mismo, diciéndole a Nicodemo: “lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que
ser elevado el Hijo del Hombre”. ¿Qué significan estas palabras de Jesús?
Significan que Jesús, elevado en la cruz (crucificado y resucitado), es esa
“serpiente”; es decir, Jesús, es la Presencia salvadora de Dios para todo el
mundo. Y, por tanto, creer en Jesucristo, muerto y resucitado, es tener fe en el
Amor misericordioso de Dios, que se ha manifestado en Jesucristo. Así pues, el Evangelio de hoy nos invita
a “alzar nuestra mirada”, no a la
serpiente de bronce, sino al mismo Jesús Crucificado y Resucitado, que ofrece
la Vida plena para todos.
Hoy también andamos mordidos por
muchas “serpientes”, como los israelitas en el desierto: mordidos por las
serpientes de la ambición de poder, mordidos también por la
serpiente del ansia de ganar dinero que genera tanta violencia e injusticias, tantas
tramas corruptas, situaciones de hambre, de guerra, de países ricos en materias
primas pero condenados a la miseria por intereses económicos de los países
ricos. Y
también, mordidos por la serpiente de un terrible vacío existencial y pérdida
del sentido de la vida.
Y la razón por la que Jesús aceptó ser elevado en la cruz es porque “tanto
amó Dios al mundo, que entregó a su único Hijo para que no perezca ninguno de los que creen en El, sino que tengan
Vida Eterna”. Aquí radica el corazón
de la fe cristiana, la Buena Noticia, la alegría del Evangelio. Dios no dice “basta” al desmadre de los
seres humanos, sino que nos entrega a su Hijo, y nos da todo lo que tiene, para
que todo hombre y mujer puedan salvarse por medio del que ha sido ” elevado sobre
la Cruz” para nuestra salvación. Este “tanto
amó Dios al mundo” es el corazón del Evangelio y de toda la Revelación
cristiana. Dios ama este mundo con sus contradicciones, no retira ni disminuye
su amor, porque Dios es amor y, en consecuencia, solo puede amar. Pero de
nosotros depende acoger o no ese designio de amor de Dios.
LECTIO DIVINA DE LA PARROQUIA DE SAN ISISDRO DE ALMANSA
HOJA DOMINICAL DIOCESANA
Jesús retomando una “leyenda” de cuando el pueblo hebreo hacía la travesía del desierto camino de la Tierra Prometida, se la aplica a sí mismo, diciéndole a Nicodemo: “lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre”. ¿Qué significan estas palabras de Jesús? Significan que Jesús, elevado en la cruz (crucificado y resucitado), es esa “serpiente”; es decir, Jesús, es la Presencia salvadora de Dios para todo el mundo. Y, por tanto, creer en Jesucristo, muerto y resucitado, es tener fe en el Amor misericordioso de Dios, que se ha manifestado en Jesucristo. Así pues, el Evangelio de hoy nos invita a “alzar nuestra mirada”, no a la serpiente de bronce, sino al mismo Jesús Crucificado y Resucitado, que ofrece la Vida plena para todos.
Hoy también andamos mordidos por muchas “serpientes”, como los israelitas en el desierto: mordidos por las serpientes de la ambición de poder, mordidos también por la serpiente del ansia de ganar dinero que genera tanta violencia e injusticias, tantas tramas corruptas, situaciones de hambre, de guerra, de países ricos en materias primas pero condenados a la miseria por intereses económicos de los países ricos. Y también, mordidos por la serpiente de un terrible vacío existencial y pérdida del sentido de la vida.