LECTURAS
Malaquías 1,1b-2,2b.8-10
Salmo responsorial 130,1.2.3
1 Tesalonicenses 2,7b-9.13
Mateo 23,1-12
A lo largo del evangelio, mucha gente, incluso
los fariseos y maestros de la Ley, a Jesús lo llaman “maestro”. Pero Jesús no
lo entiende como lo entendían los maestros y rabinos judíos, sino que le da un
contenido nuevo. Así Jesús dice: “no os dejéis llamar maestros, porque uno solo
es vuestro maestro, el Mesías”.
Para Jesús, es maestro aquel que vive con coherencia y que enseña, no solo con su palabra y conocimiento, sino, sobre todo, con su vida; y además, que su enseñanza sea no tanto teórica sino una enseñanza de la vida, y esto se aprende de tú a tú, de maestro a discípulo; esto es lo que más valoramos también hoy, aunque a veces nos quedamos en cosas más superficiales arrastrados por el ambiente o porque buscamos lo fácil, pero en el fondo, todos valoramos la integridad y coherencia, como decía el papa Pablo VI: “Hoy nuestro mundo busca más testigos que maestros, y si a los maestros es porque antes han sido testigos”.
Jesucristo se nos presenta como el
único Maestro: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida; nadie va al Padre sino
por mí “. Por tanto, para un cristiano, Jesucristo es la referencia.
Y Jesús quiere que nosotros, sus
discípulos cristianos, seamos sus testigos, fruto de una experiencia personal
de vida, que se adquiere a la luz del Evangelio. Y quiere que nosotros nos
esforcemos en llevar su enseñanza allí donde no se le conoce, haciendo posible
que otros conozcan a Jesucristo y se conviertan también en discípulos suyos.
Jesús nos previene, y nos dice que no seamos como los escribas y fariseos, que “dicen, pero no hacen”, por lo que su enseñanza está llena de falsedad. Un ejemplo de discípulo de Jesucristo es el proceder del apóstol Pablo, que hemos escuchado en la 2ª lectura, donde dice a los cristianos de Tesalónica que “les entregó, no solo el Evangelio de Dios, sino hasta su propia vida”. Es decir que, al anuncio del Evangelio debe acompañar una vida coherente con esa enseñanza.
Jesús nos enseña que el único Señor
es Cristo, y que cada miembro de la Iglesia es hijo de Dios, y, en consecuencia,
todos somos hermanos, llamados a servirnos fraternalmente.
Jesús no rechaza la función de dirección
o autoridad, porque en todo grupo humano debe haber alguien al frente para el bien del mismo. Lo que Jesús propone como novedad es: “que el primero
entre vosotros sea vuestro servidor como el Hijo del hombre que no ha venido a
ser servido sino a servir y dar la vida por todos”. Por tanto, el discípulo
aprende del maestro, y el segundo paso es vivir con coherencia lo aprendido.