LECTURAS
- Ezequiel 34,11-12.15-17
- Salmo responsorial
- 1 Corintios
- Mateo 25,31-46
La fiesta de Cristo Rey y Señor del universo es
una celebración importante que marca el último domingo del año litúrgico y dará
paso, el domingo próximo, al inicio del Adviento, preparación a la Navidad.
Esta Fiesta evoca la venida gloriosa de Cristo
al final de los tiempos, concluyendo la historia de salvación; se manifestará
universalmente, acabará definitivamente con los poderes hostiles al Reino de
Dios, y, en consecuencia, será la glorificación de los que pertenecen a Cristo, la resurrección universal, el Juicio universal y la realización
plena y definitiva del Reino de Dios. Por tanto, celebramos
que Jesucristo es el horizonte de nuestra vida, como nos decía el apóstol san Juan
en la Fiesta de todos los Santos: “ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha
manifestado lo que seremos. Sabemos que cuando él se manifieste, seremos
semejantes a él, porque lo veremos tal cual es”.
Dicho lo anterior, al afirmar que Jesucristo
es Rey del universo, queda claro que la realeza de Jesucristo nada tiene que
ver con el poder político, ni se apoya en la fuerza, sino que como bien
sabemos, en su paso por el mundo, se mostró en la debilidad humana, pasando por
el sufrimiento y el escándalo de la cruz. Jesús se convierte en espectáculo
durante su pasión: es prendido y acusado por los dirigentes de su pueblo, se
burlan los soldados y las autoridades, callan las gentes y huyen los
discípulos. Estando crucificado responde al buen ladrón, crucificado junto a
él, dirigiéndole unas palabras salvadoras: “hoy estarás conmigo en el paraíso”.
En su paso por el mundo se entregó a todos haciendo
el bien, cumpliendo la voluntad del Padre, acogió y escuchó a los pobres y pecadores,
y hasta el último momento, en la cruz, perdona y muestra su misericordia: “Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Se entregó y murió por todos, para
que todos muramos al pecado y resucitemos con él a una vida nueva, la misma que
él tiene por su resurrección.
A la
llamada de Jesús al Reino de Dios, se responde con una decisión del corazón,
que supone la conversión, que implica reconocer a Jesús como Señor de nuestras
vidas y anunciarlo ante el mundo, con obras y palabras, haciéndolo visible con
actitudes de entrega y de servicio, como Él hizo en su paso por el mundo.
LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA
HOJA DOMINICAL DIOCESANA
La fiesta de Cristo Rey y Señor del universo es
una celebración importante que marca el último domingo del año litúrgico y dará
paso, el domingo próximo, al inicio del Adviento, preparación a la Navidad.
Esta Fiesta evoca la venida gloriosa de Cristo al final de los tiempos, concluyendo la historia de salvación; se manifestará universalmente, acabará definitivamente con los poderes hostiles al Reino de Dios, y, en consecuencia, será la glorificación de los que pertenecen a Cristo, la resurrección universal, el Juicio universal y la realización plena y definitiva del Reino de Dios. Por tanto, celebramos que Jesucristo es el horizonte de nuestra vida, como nos decía el apóstol san Juan en la Fiesta de todos los Santos: “ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es”.
En su paso por el mundo se entregó a todos haciendo el bien, cumpliendo la voluntad del Padre, acogió y escuchó a los pobres y pecadores, y hasta el último momento, en la cruz, perdona y muestra su misericordia: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Se entregó y murió por todos, para que todos muramos al pecado y resucitemos con él a una vida nueva, la misma que él tiene por su resurrección.
A la
llamada de Jesús al Reino de Dios, se responde con una decisión del corazón,
que supone la conversión, que implica reconocer a Jesús como Señor de nuestras
vidas y anunciarlo ante el mundo, con obras y palabras, haciéndolo visible con
actitudes de entrega y de servicio, como Él hizo en su paso por el mundo.