Domingo 26 de marzo: IV de Cuaresma (Ciclo A)
- I Samuel 16,1b.6-7.10-13a
- Sal 22,1-3a.3b-4.5.6
- Efesios 5,8-14
- Juan 9,1.6-9.13-17.34-38
Esta insuperable catequesis cuaresmal pone al descubierto que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Jesús ha venido para abrir un proceso que pasa por cada corazón, que se ventila en el corazón de cada hombre. Se encuentra uno con tantas cegueras. Unas, dentro del propio corazón; otras, fuera: la de los que dicen que no ven a Dios por ninguna parte; la de quienes se preguntan si la vida tiene algún sentido, si merece seguir viviendo, luchando, sacrificándose por los hijos; la del desconcierto ante una enfermedad imprevista o un revés de fortuna; la que embarga a algunos cuando les asalta la duda de si vale la pena continuar creyendo y esperando, o seguir atado a esta mujer, a este hombre, a esta vocación; la que empuja a traicionar la conciencia ante el negocio sucio o ante el soborno. Y está la ceguera de quien, instalado en lo inmediato, ya ni se hace preguntas: “No te empeñes en buscar soluciones al hombre de hoy; no las tiene. Le han acostumbrado a vivir sin preguntas, instalado en el absurdo y en la angustia”, ha escrito una pluma pesimista. (Del comentario del Obispo en la Hoja Dominical)