LECTURAS
- Hch 5,12-16
- Salmo responsorial 117, 2-4.22-24.25-27
- Apocalipsis 1,9-11a.12-13.17-19
- Juan 20,19-31
Era
el día primero de la semana, el día en que se apareció Jesús a los apóstoles. Desde
entonces ese es el día del encuentro de la Comunidad cristiana con el Señor resucitado,
llamado el “Día del Señor” o “Domingo”, y por eso es el “Día de la Eucaristía”.
En consecuencia, participar en la celebración dominical de la Eucaristía es el
signo de identidad cristiano por excelencia, y de ahí que sea el primer mandamiento
de la Iglesia: “Celebrar la Santa Misa los domingos y fiestas de precepto”.
Hay una segunda parte en el evangelio de hoy, en la que el protagonista es
el apóstol Tomás, que no estaba con sus compañeros cuando se apareció Jesús la
primera vez. Nuevamente, el primer día de la semana, domingo siguiente, los
discípulos están reunidos y esta vez sí esta Tomás con ellos. Éste había
afirmado que, si no metía el dedo en sus clavos y la mano en su costado, él no
creería que Jesús ha resucitado. Jesús vuelve a aparecerse a ellos y responde a
la petición de Tomás, quien al verlo confiesa de todo corazón: “Señor mío y
Dios mío”.
Pero
el evangelio quiere mostrarnos algo más, respondiendo a una pregunta: ¿Qué
sucede con quienes no han presenciado las apariciones de Jesús? Este es nuestro
caso y el de las generaciones de cristianos que hemos llegado a la fe en
Jesucristo fiándonos de lo que nos han transmitido los apóstoles, compañeros del
Señor y testigos de su vida, muerte y resurrección. Por eso, cuando Tomás
reconoce su fe ante Jesús: “Señor mío y Dios “, Jesús le responde diciendo:
“Bienaventurados los que crean sin haber visto”. Estas palabras las dedica
Jesús a nosotros, que creemos por el anuncio que nos hace la Iglesia.
Los diferentes textos de apariciones de Jesús nos ayudan a profundizar en el
núcleo de nuestra fe: Jesús ha resucitado y estamos llamados a ser testigos
de nuestra fe en Cristo muerte y resucitado. Ser testigos del Resucitado es actuar
como él actuó. De lo contrario, nuestra fe no da razón de lo que afirmamos.
LECTIO DIVINA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA
HOJA DOMINICAL DIOCESANA
Era el día primero de la semana, el día en que se apareció Jesús a los apóstoles. Desde entonces ese es el día del encuentro de la Comunidad cristiana con el Señor resucitado, llamado el “Día del Señor” o “Domingo”, y por eso es el “Día de la Eucaristía”. En consecuencia, participar en la celebración dominical de la Eucaristía es el signo de identidad cristiano por excelencia, y de ahí que sea el primer mandamiento de la Iglesia: “Celebrar la Santa Misa los domingos y fiestas de precepto”.
Hay una segunda parte en el evangelio de hoy, en la que el protagonista es el apóstol Tomás, que no estaba con sus compañeros cuando se apareció Jesús la primera vez. Nuevamente, el primer día de la semana, domingo siguiente, los discípulos están reunidos y esta vez sí esta Tomás con ellos. Éste había afirmado que, si no metía el dedo en sus clavos y la mano en su costado, él no creería que Jesús ha resucitado. Jesús vuelve a aparecerse a ellos y responde a la petición de Tomás, quien al verlo confiesa de todo corazón: “Señor mío y Dios mío”.
Pero
el evangelio quiere mostrarnos algo más, respondiendo a una pregunta: ¿Qué
sucede con quienes no han presenciado las apariciones de Jesús? Este es nuestro
caso y el de las generaciones de cristianos que hemos llegado a la fe en
Jesucristo fiándonos de lo que nos han transmitido los apóstoles, compañeros del
Señor y testigos de su vida, muerte y resurrección. Por eso, cuando Tomás
reconoce su fe ante Jesús: “Señor mío y Dios “, Jesús le responde diciendo:
“Bienaventurados los que crean sin haber visto”. Estas palabras las dedica
Jesús a nosotros, que creemos por el anuncio que nos hace la Iglesia.
Los diferentes textos de apariciones de Jesús nos ayudan a profundizar en el núcleo de nuestra fe: Jesús ha resucitado y estamos llamados a ser testigos de nuestra fe en Cristo muerte y resucitado. Ser testigos del Resucitado es actuar como él actuó. De lo contrario, nuestra fe no da razón de lo que afirmamos.
LECTIO DIVINA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA
HOJA DOMINICAL DIOCESANA