LECTURAS
- Sabiduría 9,13-18
- Salmo responsorial
- Filemón 1,9b.10-17
- Lucas 14,25-33
Seguro que todos
tenemos experiencia de tomar opciones
que exigen renunciar a otras muchas cosas, con vistas a conseguir
lo que nos parece mejor. Y sobre todo, cuando hacemos una elección por vocación.
Así, quien elige vivir una relación de pareja, como es el caso en un
matrimonio, ya no puede vivir su tiempo desde sus propios intereses, sino que
ha de compartirlos con la persona que ama, lo que permitirá ir consolidando la
relación, y si no es así, terminará en fracaso.. O si uno elige ser médico, se compromete a
vivir con cierta disciplina para dedicarse a los enfermos bajo su responsabilidad. La
vida cristiana también es una vocación, y en
ella se dan unas condiciones similares a
las señaladas anteriormente.
En este sentido debemos entender las palabras de Jesús en
el evangelio escuchado hoy y puede que nos sepa a algo duro: “Si alguno viene a mí y no pospone a su padre
y a su madre, a la mujer y sus hijos, a
sus hermanos y a sus hermanas, e incluso
a sí mismo, no puede ser discípulo mío”.
Jesús no quiere que olvidemos la familia, ni que la dejemos de lado; lo que quiere decir es que la familia no sea la
excusa para dejar de ser auténticos
discípulos, porque el mandato de Jesús, como todos sabemos, es: “amaos unos a otros como yo os he
amado”; en el “como yo os he amado” de Jesús está la clave del amor que debemos
tener a la familia, y que no debe ser excusa para dejar de vivir como
discípulos de Jesús.
Y Jesús quiere que lo sigamos no de cualquier manera, sino que lo pensemos y
después decidamos. Quiere que los que le
sigan tengan claro desde el principio que quieren esforzarse en recorrer el
camino siguiendo su enseñanza y estilo
de vida. Y pone dos ejemplos: el que quiere construir un edificio bello, o el caso del rey
que mide las fuerzas de sus tropas antes de enfrentarse a otro ejercito
contrario, procediendo según sus capacidades. Del mismo modo, para seguir a
Jesús, para ser cristiano, hemos de calcular nuestras fuerzas para poder llegar
hasta el final.
En
la 1ª lectura de Sabiduría se nos dice que para comprender lo que Dios quiere
es indispensable la ayuda de Dios mismo,
del Espíritu Santo, y “solo así los
hombres aprenderán lo que agrada a Dios”.
Seguro que todos tenemos experiencia de tomar opciones que exigen renunciar a otras muchas cosas, con vistas a conseguir lo que nos parece mejor. Y sobre todo, cuando hacemos una elección por vocación. Así, quien elige vivir una relación de pareja, como es el caso en un matrimonio, ya no puede vivir su tiempo desde sus propios intereses, sino que ha de compartirlos con la persona que ama, lo que permitirá ir consolidando la relación, y si no es así, terminará en fracaso.. O si uno elige ser médico, se compromete a vivir con cierta disciplina para dedicarse a los enfermos bajo su responsabilidad. La vida cristiana también es una vocación, y en ella se dan unas condiciones similares a las señaladas anteriormente.
En este sentido debemos entender las palabras de Jesús en
el evangelio escuchado hoy y puede que nos sepa a algo duro: “Si alguno viene a mí y no pospone a su padre
y a su madre, a la mujer y sus hijos, a
sus hermanos y a sus hermanas, e incluso
a sí mismo, no puede ser discípulo mío”.
Jesús no quiere que olvidemos la familia, ni que la dejemos de lado; lo que quiere decir es que la familia no sea la excusa para dejar de ser auténticos discípulos, porque el mandato de Jesús, como todos sabemos, es: “amaos unos a otros como yo os he amado”; en el “como yo os he amado” de Jesús está la clave del amor que debemos tener a la familia, y que no debe ser excusa para dejar de vivir como discípulos de Jesús.
Y Jesús quiere que lo sigamos no de cualquier manera, sino que lo pensemos y después decidamos. Quiere que los que le sigan tengan claro desde el principio que quieren esforzarse en recorrer el camino siguiendo su enseñanza y estilo de vida. Y pone dos ejemplos: el que quiere construir un edificio bello, o el caso del rey que mide las fuerzas de sus tropas antes de enfrentarse a otro ejercito contrario, procediendo según sus capacidades. Del mismo modo, para seguir a Jesús, para ser cristiano, hemos de calcular nuestras fuerzas para poder llegar hasta el final.
En
la 1ª lectura de Sabiduría se nos dice que para comprender lo que Dios quiere
es indispensable la ayuda de Dios mismo,
del Espíritu Santo, y “solo así los
hombres aprenderán lo que agrada a Dios”.