LECTURAS
- Amós 8,4-7
- Salmo responsorial
- 1 Timoteo 1,1-8
- Lucas 16, 1-3
Hay
expresiones y conceptos con los que estamos familiarizados, porque están al
orden del día en nuestra vida social, política y financiera, y son noticia
diaria en la prensa: así por ejemplo: corrupción, malversación de fondos,
prevaricación, EREs. Detrás de
todas estas expresiones hay dinero que
se ha desviado del objetivo previsto, y por tanto dinero robado,
que ha perjudicado a unos, porque se ha
despilfarrado o ha ido a parar injustamente al bolsillo de otros.
Jesús nos pone
en guardia acerca de nuestra relación con el dinero y bienes materiales, porque
según el uso que hagamos de los mismos, pueden ser un inconveniente para ser
discípulos suyos.
En la
encíclica “Laudato sí”, el papa Francisco afirma: “No somos Dios. La tierra nos
precede y nos ha sido dada”, y en consecuencia, nos invita a hacer el esfuerzo
de valorar la “casa común”, así llama a la tierra, puesto que es un don que
hemos recibido de Dios, no para disfrute de unos pocos, sino como regalo para
todos.
En la
parábola de hoy, el “administrador” busca su propio lucro; primero derrochando
los bienes del jefe, y después cuando se
le anuncia que va a ser despedido, prepara su futuro defraudando de nuevo. A simple
vista, al escuchar esta parábola, puede parecer
que Jesús alaba el modo de proceder del administrador infiel. No es así,
pues nada más comenzar dice que “fue despedido porque derrochaba los bienes de
su amo”, o sea que era un administrador “corrupto”, razón por lo que lo llama “administrador
injusto”. La alabanza que hace el amo
del administrador no es por ser egoísta
y ladrón, sino por la astucia con que
procedió con vistas a asegurarse un
futuro cuando quede en la calle.
Jesús no lo
presenta como modelo a seguir, sino que el mensaje de Jesús es: si existen
personas que ponen todo su esfuerzo en conseguir beneficios materiales,
beneficios que son engañosos, cuánto más nosotros, sus discípulos, tenemos motivos en poner todo nuestro esfuerzo en obtener los beneficios verdaderos y que
duran eternamente.
Lo que más
importa a una persona se refleja en las decisiones que toma en la vida de cada
día. Con frecuencia tenemos que decidir entre el amor y el egoísmo, entre lo
que es justo y lo que no lo es tanto, y todo esto también en la vida de
familia, en la vida social y laboral.
Jesús conocía
bien la posibilidad de atracción del poder del dinero, por eso advierte: “No podéis
servir a Dios y al dinero”. Y también en otra parte dice: “Qué difícil va a ser
para los que tienen riquezas entrar en el Reino de los cielos”.
Hay expresiones y conceptos con los que estamos familiarizados, porque están al orden del día en nuestra vida social, política y financiera, y son noticia diaria en la prensa: así por ejemplo: corrupción, malversación de fondos, prevaricación, EREs. Detrás de todas estas expresiones hay dinero que se ha desviado del objetivo previsto, y por tanto dinero robado, que ha perjudicado a unos, porque se ha despilfarrado o ha ido a parar injustamente al bolsillo de otros.
Jesús nos pone en guardia acerca de nuestra relación con el dinero y bienes materiales, porque según el uso que hagamos de los mismos, pueden ser un inconveniente para ser discípulos suyos.
En la encíclica “Laudato sí”, el papa Francisco afirma: “No somos Dios. La tierra nos precede y nos ha sido dada”, y en consecuencia, nos invita a hacer el esfuerzo de valorar la “casa común”, así llama a la tierra, puesto que es un don que hemos recibido de Dios, no para disfrute de unos pocos, sino como regalo para todos.
Jesús no lo presenta como modelo a seguir, sino que el mensaje de Jesús es: si existen personas que ponen todo su esfuerzo en conseguir beneficios materiales, beneficios que son engañosos, cuánto más nosotros, sus discípulos, tenemos motivos en poner todo nuestro esfuerzo en obtener los beneficios verdaderos y que duran eternamente.
Lo que más importa a una persona se refleja en las decisiones que toma en la vida de cada día. Con frecuencia tenemos que decidir entre el amor y el egoísmo, entre lo que es justo y lo que no lo es tanto, y todo esto también en la vida de familia, en la vida social y laboral.
Jesús conocía
bien la posibilidad de atracción del poder del dinero, por eso advierte: “No podéis
servir a Dios y al dinero”. Y también en otra parte dice: “Qué difícil va a ser
para los que tienen riquezas entrar en el Reino de los cielos”.