viernes, 16 de septiembre de 2022

Día 18 septiembre de 2022. Domingo XXV del Tiempo Ordinario.

 

LECTURAS

  • Amós 8,4-7
  • Salmo responsorial 
  • 1 Timoteo 1,1-8
  • Lucas 16, 1-3

Hay expresiones y conceptos con los que estamos familiarizados, porque están al orden del día en nuestra vida social, política y financiera, y son noticia diaria en la prensa: así por ejemplo: corrupción, malversación de fondos, prevaricación, EREs. Detrás de todas estas expresiones hay dinero  que se  ha desviado del  objetivo previsto, y por tanto dinero robado, que ha perjudicado  a unos, porque se ha despilfarrado o ha ido a parar injustamente al bolsillo de otros.

Jesús nos pone en guardia acerca de nuestra relación con el dinero y bienes materiales, porque según el uso que hagamos de los mismos, pueden ser un inconveniente para ser discípulos suyos.

En la encíclica “Laudato sí”, el papa Francisco afirma: “No somos Dios. La tierra nos precede y nos ha sido dada”, y en consecuencia, nos invita a hacer el esfuerzo de valorar la “casa común”, así llama a la tierra, puesto que es un don que hemos recibido de Dios, no para disfrute de unos pocos, sino como regalo para todos.

 En la parábola de hoy, el “administrador” busca su propio lucro; primero derrochando los bienes del jefe, y después  cuando se le anuncia que va a ser despedido, prepara su futuro defraudando de nuevo. A simple vista, al escuchar esta parábola, puede parecer  que Jesús alaba el modo de proceder del administrador infiel. No es así, pues nada más comenzar dice que “fue despedido porque derrochaba los bienes de su amo”, o sea que era un administrador “corrupto”, razón por lo que lo llama “administrador injusto”. La alabanza que  hace el amo del administrador no  es por ser egoísta y ladrón, sino por la astucia  con que procedió  con vistas a asegurarse un futuro cuando quede en la calle.

Jesús no lo presenta como modelo a seguir, sino que el mensaje de Jesús es: si existen personas que ponen todo su esfuerzo en conseguir beneficios materiales, beneficios que son engañosos, cuánto más nosotros, sus discípulos, tenemos   motivos en poner todo nuestro esfuerzo  en obtener los beneficios verdaderos y que duran eternamente.

Lo que más importa a una persona se refleja en las decisiones que toma en la vida de cada día. Con frecuencia tenemos que decidir entre el amor y el egoísmo, entre lo que es justo y lo que no lo es tanto, y todo esto también en la vida de familia, en la vida social y laboral.

Jesús conocía bien la posibilidad de atracción del poder del dinero, por eso advierte: “No podéis servir a Dios y al dinero”. Y también en otra parte dice: “Qué difícil va a ser para los que tienen riquezas entrar en el Reino de los cielos”.

 

 

 

 

 

 



domingo, 11 de septiembre de 2022

Día 11 septiembre de 2022. Domingo XXIV del Tiempo Ordinario.

 


LECTURAS


  • Éxodo 32,7-11.13-14
  • Salmo responsorial 50,3-4.12-13.17.19
  •  1 Timoteo 1, 12-17
  •  Lucas 15, 1-32


Las dos parábolas del Evangelio de hoy nos revelan el rostro de Dios que se manifiesta en Jesús. Jesús nos está diciendo: así es Dios, que  nos ama y cuida de cada uno de nosotros y de todo ser humano. Ponen de manifiesto que el amor incondicional de Dios va más allá de todo lo que podemos imaginar. Él toma la iniciativa de salir a nuestro encuentro y de buscarnos (como el pastor y la mujer en las parábolas de hoy). Para Él somos valiosos,  cada uno de nosotros somos únicos y Dios nos ama así. Además,  son un espejo  de nuestra vida: nos interrogan  y nos ayudan a entenderlas según la mentalidad de Jesús, que se manifiesta en el evangelio.

En dichas parábolas, descubrimos que también nosotros podemos  ser la “oveja” o “moneda” perdidas; y también, en algún momento podemos ser para otros como el pastor y la mujer que, con tesón,  buscan respectivamente  la oveja y la moneda perdidas, y una vez encontradas lo festejan. Así cada cristiano, según el modelo  de Jesús, estamos llamados a ser compasivos y misericordiosos y dispuestos al perdón, porque este es expresión  de amor, de modo que del mismo modo que Dios nos ama y perdona, también nosotros  estamos llamados a hacer lo mismo, como nos enseña Jesús y decimos en el Padrenuestro: “Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos  a los que nos ofenden…”

Muchas personas podemos ser como la oveja o moneda perdidas. Puede que las circunstancias nos alejen del redil, y sin darnos cuenta andemos perdidos. Si uno tiene 100 ovejas y pierde una, ¿dejaría las 99 del rebaño en descampado  para ir en busca de la perdida? Humanamente esto sería una insensatez, pero lo que quiere destacar la parábola es que Dios no quiere perder a nadie. Este es el deseo de Dios y este ha de ser el esfuerzo de la Iglesia que somos todos nosotros.

 

 

 


sábado, 3 de septiembre de 2022

Día 4 de septiembre 2022. Domingo XXIII del Tiempo Ordinario.

 

LECTURAS

  • Sabiduría 9,13-18
  • Salmo responsorial
  • Filemón 1,9b.10-17
  • Lucas 14,25-33

Seguro que todos tenemos experiencia de tomar opciones  que  exigen renunciar a otras muchas cosas, con vistas a conseguir lo que nos parece mejor. Y sobre todo, cuando hacemos una elección por vocación. Así, quien elige vivir una relación de pareja, como es el caso en un matrimonio, ya no puede vivir su tiempo desde sus propios intereses, sino que ha de compartirlos con la persona que ama, lo que permitirá ir consolidando la relación, y si no es así, terminará en fracaso.. O si uno elige ser médico, se compromete a vivir con cierta disciplina para dedicarse a los enfermos bajo su responsabilidad. La vida cristiana  también es una vocación,  y en ella se dan  unas condiciones similares a las señaladas anteriormente. 

En este sentido debemos entender las palabras de Jesús en el evangelio  escuchado hoy y  puede que nos sepa  a algo duro:  “Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a la mujer y  sus hijos, a sus hermanos y  a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío”. 

       Jesús no quiere  que olvidemos la familia, ni que  la dejemos de lado; lo que  quiere decir es que la familia no sea la excusa para dejar de ser   auténticos discípulos, porque el mandato de Jesús, como todos sabemos, es: “amaos unos a otros como yo os he amado”; en el “como yo os he amado” de Jesús está la clave del amor que debemos tener a la familia, y que no debe ser excusa para dejar de vivir como discípulos de Jesús.

Y Jesús  quiere que lo sigamos no de cualquier manera, sino que lo pensemos y después decidamos. Quiere  que los que le sigan tengan claro desde el principio que quieren esforzarse en recorrer el camino siguiendo su enseñanza y  estilo de vida. Y  pone dos ejemplos: el que quiere construir un edificio bello, o el caso del rey que mide las fuerzas de sus tropas antes de enfrentarse a otro ejercito contrario, procediendo según sus capacidades. Del mismo modo, para seguir a Jesús, para ser cristiano, hemos de calcular nuestras fuerzas para poder llegar hasta el final.

En la 1ª lectura de Sabiduría se nos dice que para comprender lo que Dios quiere es indispensable la ayuda  de Dios mismo, del Espíritu Santo,  y “solo así los hombres aprenderán lo que agrada a Dios”.