LECTURAS
- Apocalipsis 11,19a; 12,1-3-6a.10ab
- Salmo responsorial
- 1 Corintios 15,20-27a
- Lucas 1, 39-56
La
fiesta de la Asunción que celebramos hoy se comenzó a celebrar en Jerusalén en el s. V, con el nombre de
“Dormición de María”, fiesta que se sigue celebrando con este nombre en las
Iglesias de Oriente; en la Iglesia latina comenzó a celebrase en el s. VII con
el nombre de “Asunción de María”.
Con
esta fiesta proclamamos que María, la madre de Jesús, tras su muerte, inmediatamente, participa de
la vida gloriosa junto a Dios. Esta verdad fue definida como dogma de fe por el papa Pío XII en 1950,
recogiendo el parecer del pueblo cristiano, que desde siempre ha creído que María, por ser la madre de Jesús, es la
primera salvada por Cristo, participando íntegramente de su gloria, como decimos
en el 4º de los misterios gloriosos del Rosario: “La Asunción de María en
cuerpo y alma a los cielos”, lo que significa que toda su persona participa de
la gloria de Dios.
La
alegría de esta fiesta no es sólo por María que, por gracia de Dios, ya ha llegado
a lo más alto (“Medalla de oro”), sino también por nosotros que
llegaremos un día a esa misma gloria, como nos enseña san Pablo en la 2ª
lectura de hoy: “Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los
que han muerto, y por Cristo todos estamos llamados a la vida de Dios; primero
Cristo como primicia, y después todos los que son de Cristo, cada uno a su
debido tiempo”. María
es la primera después de Cristo, por ser
su madre y la más fiel colaboradora con Dios para hacer posible la encarnación
del Hijo de Dios. Desde siempre el pueblo cristiano ha creído que María es también la primera creyente salvada
por su Hijo Jesús, participando de la gloria del Hijo junto al Padre y el
Espíritu Santo.
El dogma de la Asunción nos habla de lo que nos espera a todo creyente al final de los tiempos, cuando
Dios será todo en todos. Nuestra fe en la resurrección nos asegura como primer dato que la muerte ha sido vencida. Y además, la vida de resucitados es participación de la
vida de Dios, como hijos que somos por adopción.
La Virgen María ya ha llegado a la meta. Para ella ya es presente lo que
nosotros todavía esperamos en el futuro. Ella intercede por nosotros como
madre, y su deseo es que todos participemos de esa misma gloria de Dios.
LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUIA DE SAN ROQUE DE HELLÍN: LA MADRE QUE NOS INIDCA E CAMINO
La
fiesta de la Asunción que celebramos hoy se comenzó a celebrar en Jerusalén en el s. V, con el nombre de
“Dormición de María”, fiesta que se sigue celebrando con este nombre en las
Iglesias de Oriente; en la Iglesia latina comenzó a celebrase en el s. VII con
el nombre de “Asunción de María”.
Con
esta fiesta proclamamos que María, la madre de Jesús, tras su muerte, inmediatamente, participa de
la vida gloriosa junto a Dios. Esta verdad fue definida como dogma de fe por el papa Pío XII en 1950,
recogiendo el parecer del pueblo cristiano, que desde siempre ha creído que María, por ser la madre de Jesús, es la
primera salvada por Cristo, participando íntegramente de su gloria, como decimos
en el 4º de los misterios gloriosos del Rosario: “La Asunción de María en
cuerpo y alma a los cielos”, lo que significa que toda su persona participa de
la gloria de Dios.
La Virgen María ya ha llegado a la meta. Para ella ya es presente lo que nosotros todavía esperamos en el futuro. Ella intercede por nosotros como madre, y su deseo es que todos participemos de esa misma gloria de Dios.