viernes, 14 de marzo de 2025

Día 16 marzo de 2025.Domingo II de Cuaresma. Día del Seminario.

 


LECTURAS

Génesis 15,5-12.17-18
Salmo responsorial 26, 1.7-9.13-14
Filipenses 3, 17-4,1
Lucas 9, 28b-36



Tras aquella visión y palabras en la montaña, Pedro lleno de entusiasmo dijo: “Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Esta forma de hablar Pedro muestra el deseo humano de continuar disfrutando de la gloria de Dios. Pero Jesús le muestra que tiene que volver a la realidad de la vida todavía mortal. Mientras estamos en este mundo, solamente con la fe podemos vivir con el convencimiento y esperanza de que, también, un día seremos transfigurados, es decir, resucitados, gracias a Jesús.

        Termina el Evangelio diciendo: “Ellos guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto". El “guardaron silencio” recuerda a María, la madre de Jesús,  que “guardaba todas estas cosas en su corazón”. Quedó en la memoria de Pedro, Santiago y Juan el recuerdo de lo que ocurrió en la cima del monte, pero lo más importante es que intuyen que Jesús no es un maestro cualquiera, sino Dios mismo, aspecto que descubrirán plenamente con la resurrección.

 Metidos de lleno en la Cuaresma, nos encaminamos hacia la celebración del misterio Pascual de Jesús, su” paso” de la muerte a la vida. Este es el horizonte que no debemos perder de vista. Cada año, con la Pascua celebramos el triunfo de Cristo y el triunfo de la humanidad por Cristo, que actualizamos en cada celebración de la Eucaristía, porque el cielo se hace presente en los sacramentos que celebramos.

 A través de signos sensibles, los Sacramentos, Dios actúa de manera invisible, porque en nuestra condición de, todavía, no resucitados no podemos percibir físicamente la presencia de Dios. Pero él está y actúa en nosotros. Esto es lo que sucede en la Eucaristía de cada domingo y de cada día. Es lo que diremos en la última oración después de la Comunión: “Te damos gracias, Señor, porque al participar en estos gloriosos misterios, nos haces recibir, ya en este mundo, los bienes eternos del cielo”.


LECTIO DIVINA DE LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA

HOJA DOMINICAL DIOCESANADÍA 


DÍA DEL SEMINARIO: SEMBRADORES DE ESPERANZA

Tres realidades están condicionando el tiempo en que vivimos: la conectividad que facilitan las tecnologías pero que provocan el aislamiento del presente, la soledad que a veces se vive en medio de la multitud y el dolor que provoca el sufrimiento y la injusticia.

En medio de todas esas realidades, los sacerdotes, como Jesús, están llamados a sembrar esperanza.

Cuatro rasgos de este tiempo suscitan depresión y desesperanza: la incertidumbre económica; el miedo a la enfermedad; el uso masivo de redes sociales impregnadas de ideologías y bulos; y el envejecimiento progresivo de la población. Las consecuencias se manifiestan en los altos índices de depresión y de suicidio, que se han convertido en problemas importantes de salud pública.

En este contexto social, 15.285 sacerdotes católicos desempeñan su misión en la Iglesia española cumpliendo la misión de anunciar el Evangelio y sanar las heridas de este tiempo. Esta es, también, la motivación que anima a cada uno de los 1.036 seminaristas que se forman en los seminarios de las diócesis españolas en este curso 2024-2025. Su formación está centrada, precisamente, en ir desarrollando progresivamente las actitudes y aptitudes que se necesitan para ser sembradores de esperanza siendo sacerdotes misioneros a lo largo y ancho de la geografía española. Y cada uno de estos seminaristas es una razón para la esperanza en las 57 seminarios y comunidades formativas que hay en España. Como seminaristas siguen el plan de formación vigente, un tiempo que se prolonga entre 7 y 9 años, y en el que los seminaristas atraviesan cuatro etapas: propedéutica, discipular, configuradora y de síntesis vocacional, que son indispensables para que se manifieste la idoneidad de su vocación.

En este día del Seminario se hace visible cómo el ministerio sacerdotal hace frente en muchas ocasiones a las raíces de la desesperanza. Así, frente a la incertidumbre económica, los sacerdotes son sembradores de esperanza porque se comprometen en el acompañamiento de las personas que viven en situación de soledad o enfermedad y desarrollan las 4.488 Cáritas parroquiales, que atienden más de 2,5 millones de personas necesitadas y coordinan los equipos de voluntarios en las parroquias.

También frente a la despoblación y al envejecimiento demográfico, los sacerdotes son sembradores de esperanza en el mundo rural. La mitad de las parroquias que hay en España (22.921 parroquias) se encuentran en zonas rurales. Al frente de las mismas están sacerdotes que acompañan a las personas que viven allí, las atienden espiritualmente y hacen presente el Evangelio de Jesucristo en zonas muchas veces abandonadas por otras instituciones.

En definitiva, de muchas maneras los sacerdotes en España son sembradores de esperanza, en medio de una sociedad que está amenazada, precisamente, por la desesperanza.

 El motor que mueve a los sacerdotes a emprender este servicio no es otro que la propia experiencia personal de haberse encontrado con Cristo y de descubrirse llamado por él a través de la Iglesia para servir a la humanidad sembrando la esperanza del Evangelio.