La Iglesia, con mucho acierto, ha
establecido como solemnidad este último día de la Octava de Navidad y primero
del nuevo año, dedicado a la madre de Jesús, poniendo de relieve su cualidad, única en la historia, la de ser la madre que gestó a Dios haciendo posible la
encarnación. Hay una oración muy antigua, que ya en
el siglo III decían los cristianos egipcios, oración que muchos conocemos y rezamos:
“Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no desoigas la oración de
tus hijos necesitados; antes bien, líbranos de todo peligro ¡0h Virgen,
gloriosa y bendita”. En esta oración ya se designa a María como Madre de Dios.
Será algunos años más tarde, en el concilio de Éfeso, en el año 431, cuando la
Iglesia recogiendo el sentir del pueblo cristianos proclama el dogma de la
Maternidad divina de María llamándola la “Theotokos” (Madre de Dios).
A veces, de un niño se resalta el parecido al padre o a la madre. De Jesús no se puede hablar así, porque Jesús que es Dios
hecho hombre, no es el resultado de la unión de un hombre y una mujer, como lo
somos nosotros, sino que toda su humanidad la tiene de María. Ella le dio la
sangre, el color de la piel, porque Jesucristo, Hijo de Dios, cuando toma
nuestra carne mortal la toma de María, gestando en su vientre, de
tal modo que ver a Jesús es ver a María. Seguro que Jesús, a pesar de no ser hijo
biológico de José, sin embargo, también se parecería a José en los gestos, en
los gustos, en la profesión, en su fe judía, que es lo que fue aprendiendo de
él, imitando también su forma de ser hombre.
Hoy el evangelio nos relata que los pastores
encuentran a María y José con el niño en el pesebre, lo que indica que a Dios
lo encontramos en la carne, en la humanidad. Dios ha descendido, se ha hecho
uno de nosotros comenzando como hombre en el vientre de una mujer.
Dios toma la iniciativa saliendo a
nuestro encuentro. Pero también requiere nuestra respuesta, nuestro deseo de
dejarle entrar en nuestra vida, en nuestro interior. Los pastores de Belén, la
gente más sencilla, fueron presurosos a ver al Niño; fueron los primeros en
llegar. Mas tarde llegaron los Magos, después de un largo trayecto: vieron
la estrella y se pusieron en camino, sorteando dificultades y aguantando
fatigas, llegando finalmente a donde estaba el Niño Dios. Pero Dios es quien ha
realizado el más largo trayecto: se ha rebajado, se ha hecho hombre para que podamos
encontrarlo.
Que seamos conscientes del gran amor que
Dios nos tiene, y que seamos agradecidos por ello. Que Santa María, Madre de Dios y madre
nuestra, nos acompañe en el camino del seguimiento de Jesucristo a lo largo de
este año que iniciamos hoy.
En domingos anteriores
se destacó la figura de Juan Bautista. Hoy entra en escena José, el esposo de
María y padre legal de Jesús. El evangelio de hoy nos presenta el “adviento”
peculiar y bastante ajetreado que le tocó vivir a José.
Como relata el evangelio,
José ya estaba comprometido oficialmente con María, lo que era parte del rito
antes de vivir juntos. José, seguro que esperaba con gran ilusión dar entrada a
María en su casa y vivir felizmente juntos como esposos. Pero un buen día se
encuentra con la sorpresa del estado de María, que espera un hijo. José no
entiende nada. Pero José tiene dos cosas claras: que la criatura que María
lleva en su vientre no es cosa suya; y que la mirada de María es limpia. Pero
la evidencia, el embarazo, choca con la inocencia de María.
El evangelio señala
que José era un hombre “justo”. En la Biblia, se llama “justo” al que cumple la
voluntad de Dios. Por eso precisamente, José no se queda con una primera
impresión, sino que trata de tomar una resolución.
José intuye que
hay un misterio detrás de aquella situación enigmática, y considera a María y a
la criatura en gestación como un misterio del cual no se siente llamado a
participar, de ahí, que decida apartarse, y por ello “repudiar a María en
secreto”. Esta es la decisión que le parece más justa.
De san José
aprendemos a no buscar el interés personal a toda costa, visto desde nuestras
emociones, pues éstas son pasajeras y pueden ser una trampa al hacernos parecer
que todo lo tenemos claro, cuando no es así.
El discernimiento
que hace José nos enseña que la voluntad de Dios es siempre buena para mí y
para los que me rodean. Que distintas serían las relaciones familiares, la de los
esposos y la de éstos con los hijos, si se supiera discernir.
En el caso de
José, después de un tiempo de tensión y sufrimiento, llega a ver luz, y descubresu particular vocación, por la cual acepta
una misión que no estaba entre sus
planes iniciales: acoger a María
como esposa y al niño que va a nacer como hijo, ejerciendo de buen esposo y de
bue padre: custodio de la madre y del hijo, darle el nombre a éste y ejercer de
padre legal, introduciéndolo así en la descendenciade David, como anunciaron los profetas.
Dios le complicó
la vida a José, pero lo hizo más grande de lo que él había sospechado. También
a nosotros, a veces, Dios nos complica la vida, cuando nos llama a una misión
más valiosa que, de aceptarla, nos hará bien a nosotros y a los que nos rodean.
Juan
Bautista grita diciendo: “Convertíos porque está cerca el Reino de los cielos”.
La palabra “conversión” (“metanoia”) significa “cambio de mentalidad”; en lenguaje
bíblico es cambiar de rumbo en la vida. La conversión es llamada a una renovación
profunda de nuestra vida: de nuestras actitudes,
comportamientos, manera de vivir nuestras relaciones. Pero para rectificar es
preciso descubrir y reconocer que me he equivocado. Y tras hacer un
discernimiento descubriendo qué es lo mejor para mí, actuar en consecuencia.
Esto es la conversión.
Y la razón
de esta llamada a la conversión es “porque está cerca el Reino de los cielos”, que es la persona de Jesús, Dios hecho hombre, nacido en Belén.
Con Jesús ha
aparecido el Reino de Dios, pero el mundo lo ignoramos; seguimos sumergidos en nuestras
contradicciones, liquidando la justicia, la paz, sembrando la muerte y destrucción
de las personas y también de la “casa común” como es la naturaleza. Y por ello,
la insistencia e invitación de Juan: “Preparad el camino al Señor, allanad sus
senderos”, palabras que escuchadas en este tiempo de Adviento es como si nos
dijera: Mirad que el Señor viene de nuevo, y necesitamos abandonar los caminos
ambiguos, quitar los obstáculos que impiden la llegada de Dios a nuestra vida y
sociedad, que no bloqueemos las puertas de nuestro corazón.
Al decirnos
el evangelio cómo vestía y qué comía Juan nos está diciendo que también nosotros podemos prescindir de
muchas cosas superfluas que nos ofrece de manera desmedida la sociedad de
consumo, y busquemos lo único necesario para vivir.
Juan
dirigiéndose a los fariseos y saduceos (representantes del poder político y
religioso), les llama “camada de víboras”, es decir, agentes de muerte. ¿Qué
nos diría hoy Juan Bautista a cada uno de nosotros?
Y refiriéndose
a Jesús, dice unas palabras preciosas: “Yo bautizo en agua (como si dijera que eso no basta),
…pero el que viene detrás de mí, puede más que yo…Él os bautizará con Espíritu Santo
y fuego”. Es decir, él traerá la fuerza de la Vida y el Amor... Él es el Mesías
que viene a salvar a todos los pueblos y a todos aquellos que se abren a su
presencia.
Lo
importante en Adviento es centrarnos en el mensaje de Jesús y tratar de vivirlo
como él lo vivió y propuso. La Palabra
de Dios que iremos escuchando nos ayuda a intentar vivir según el espíritu de
Jesús. Así, por ejemplo, san Pablo nos dice que “va siendo hora de
espabilarse”, y esto mismo nos dice Jesús al final del evangelio.
La
advertencia de san Pablo a los romanos (2ª lectura) es las misma que podría hacernos hoy a nosotros:
“nada de comilonas y borracheras, nada de riñas y pendencias”, dice el apóstol.
Si miramos nuestra vida personal y
social vemos que buscamos y nos quedamos en lo inmediato, mirando la propia
comodidad centrados en nosotros mismos, llenando nuestra vida de lo placentero,
siguiendo las pautas de la moda y publicidad que nos arrastra a todos casi de
manera inconsciente. A este modo de ser y actuar la SE llama “estar dormidos”.
Si
nos tenemos por cristianos, el Adviento es ocasión para preguntarnos: ¿Quién es
Jesús para mí? ¿Qué importancia tiene en mi vida? ¿Por
qué es importante Jesucristo? Él mismo dijo: “Quien me ha visto a mí, ha visto
al Padre”. Y también: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre
sino por mí”. Es decir, Jesús es “Dios con nosotros”, que se ha hecho nuestro
hermano al hacerse hombre, y nos acompaña en nuestro caminar terreno señalándonos
la meta de nuestra vida, que es Dios.
El
mensaje de Jesús, no es para amargarnos
la vida, sino que nos previene contra el mal, nos libera de los falsos ídolos a
los que adoramos, nos libera del pecado y la muerte, y nos acompaña hasta la
Vida en Dios. De ahí que lo llamemos nuestro Salvador y Señor.
La venida de Jesús es una buena noticia porque viene a ayudarnos a salir delmal que encontramos en la sociedad y en
nuestro interior: La esperanza cristiana fundada en el evangelio nos dice que
Jesús viene a darnos vida; pero es decisivo que cada cual quiera recibirlo.
Jesús llama a nuestra puerta en muchas ocasiones, pero cuántas veces damos el
portazo para que no entre.
Cuando
hoy Jesús termina el evangelio diciendo “Estad también vosotros preparados,
porque a la hora que menos penséis vendrá el Hijo del hombre” no es una amenaza
sino una invitación a decidirse por Él, que nos ofrece la salvación de Dios y
espera que le digamos “sí”.
El evangelio de hoy es parte del llamado discurso
escatológico de Jesús, quien con estas palabras nos invita a mirar el futuro
más lejano, el futuro del fin de este mundo tal y como lo tenemos montado, para
dar cumplimiento definitivo a lo que Jesús llama el “Reino de Dios”.
Las palabras sorprendentes de Jesús “no quedará
piedra sobre piedra que no sea destruida” en referencia al Templo, muestra la caducidad
de toda grandeza aparente, aunque sea el orgullo de todo un pueblo como era el
Templo para los judíos, lo que representó
el derrumbamiento de una forma de entender la religión y la vida.
Jesús cita una serie de hechos que nos recuerda
la debilidad de nuestra condición humana, como son las guerras, hambrunas,
pandemias, y todo tipo de cataclismos. Hoy hablamos del cambio climático, como estos
días en la “Cumbre del Clima” en Egipto. El cambio climático nos dice que estamos
cavando nuestra propia fosa por falta de responsabilidad ecológica en la
conservación de la naturaleza, dando lugar a fenómenos destructores y que serán
más y mayores en el futuro, si no ponemos voluntad y acciones efectivas que lo
remedien.
Jesús dice también: “Os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la
cárcel”. Ser fieles al Evangelio no es cosa fácil. Como tampoco lo fue para los
primeros discípulos, a muchos de los cuales mataron como al mismo Jesús. Toda la
tradición evangélica es unánime en afirmar que, la fidelidad a Jesús y al
Evangelio, trae consigo a veces, la persecución y las dificultades.
La intención de Jesús en el Evangelio de este
domingo no es que vivamos sobrecogidos por el miedo, sino que nos invita a una
actitud fundamental: la perseverancia.
Perseverar es volver al Evangelio constantemente, es encender nuestra
esperanza en una relación personal con Jesús Resucitado presente entre nosotros
en su Palabra, en la Eucaristía, en nuestra propia historia de cada día, en los
pobres y necesitados como son los enfermos, ancianos, los inmigrantes que
buscan mejor vida.
En este domingo celebramos la VI Jornada Mundial
de los Pobres, con un lema: “Jesucristo se hizo pobre por nosotros”. El papa
Francisco en el mensaje con motivo de este día nos pide reflexionar sobre
nuestro estilo de vida, sobre tantas pobrezas en nuestro mundo. Se pregunta y nos pregunta: ¿Cómo dar una respuesta
adecuada que proporcione alivio y paz a tantas personas que viven en la
incertidumbre y precariedad?
Nos propone que una respuesta puede ser la de “compartir”
un poco de lo que tenemos con aquellos que no tienen nada. También, de no limitarnos
a una ayuda asistencialista, ni a políticas que mantienen una pobreza
crónica con el peligro de crear una dependencia permanente, prolongando una
injusta redistribución de los recursos.
En Jesús tenemos el modelo de quien movido por amor gratuito
no se cierra a nadie y va al encuentro de todos, especialmente de los marginados
y privados de lo necesario.
La
escena del evangelio de hoy se desarrolla en Jerusalén, a pocos días de la
pasión y muerte de Jesús, quien en el templo enseñaba a sus discípulos y a una
multitud que le escucha. Jesús es admirado por muchos, sus discípulos y otros. Pero también tiene sus críticos que le
hacen la oposición y buscan la forma de desacreditarlo ante el pueblo. Entre
sus enemigos están los saduceos que le interrogan buscando alguna contradicción para tener de qué acusarlo y condenarlo.
Entre
los judíos regía la “ley de levirato”, según la cual cuando una mujer quedaba
viuda, el hermano del marido podía tomarla por esposa para asegurar
descendencia, y también para evitar el que la mujer cayera en la
situación de pobreza y desamparo.
Es
lo que nos presenta el evangelio de hoy: los saduceos, que no creían en la
resurrección de los muertos, acuden a Jesús con una pregunta trampa: le presentan una cuestión retorcida que parece una broma de mal gusto: el caso de una mujer que,
se ha casado sucesivamente con siete hermanos por el hecho de haber muerto unos
tras otros sin dejar descendencia, haciendo la pregunta: ¿De quién de ellos será
mujer en la resurrección de los muertos?
Jesús no responde directamente a la pregunta que le hacen, sino que responde
afirmando que parten de un falso planteamiento, porque la vida futura no es
simple continuidad de la vida presente; y a continuación les asegura la
realidad de la resurrección, poniendo de relieve dos aspectos: por un lado, que
la vida de los resucitados es una vida transfigurada por Dios (son hijos de
Dios) y vivirán en presencia de Dios “como ángeles”, es decir, que están en el
ámbito de Dios. Ese modo de vida, más allá de esta vida terrena y después de la
muerte es inimaginable para nosotros todavía terrenos. No hay continuidad
física sino personal. Se trata de una vida nueva dada por Dios, donde ya no
existe la muerte, y donde no se casarán, y donde las relaciones humanas serán
unas relaciones nuevas, fundamentadas en el amor. Como
en la vida de la resurrección no se casarán como en el mundo terreno, carece de
sentido la pregunta de los saduceos, porque en el cielo, o vida en Dios, ni los
hombres serán dueños de las mujeres, ni las mujeres serán siervas de los
hombres.
Dios que es Vida ha creado la vida humana y nos la ofrece como regalo, fruto de su
amor hacia toda persona que viene al mundo. Lo que Dios ama no puede terminar,
porque el amor de Dios es para siempre. El
Dios que nos revela Jesucristo es Fuente de vida; Dios que crea la vida, la
sostiene y la lleva a plenitud. Por eso, donde ponemos vida allí está Dios,
cuando hacemos el bien estamos dando vida y allí está Dios.
Muy
frecuentemente, ante el misterio de la muerte, nos podemos preguntar: ¿es
posible que todo acabe en la nada? Nosotros los que creemos en Jesucristo nos
fiamos de su promesa: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree mí, aunque
haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá eternamente”.
Como todos sabemos, la Fiesta de Todos los Santos no se refiere sólo a los santos que la Iglesia ha canonizado (y veneramos en los templos), sino a toda aquella muchedumbre inmensa, que nadie puede contar, como escuchamos en la lectura de hoy en el Apocalipsis, y que el Papa actual llama “los santos de la puerta de al lado”, que pueden ser perfectamente nuestros padres, abuelos, hermanos, amigos, vecinos, que han vivido en verdad buscando el bien de los demás, de los que Jesús dijo: “Lo que hacéis a uno de estos pequeños, mis hermanos, a mí me lo hacéis”.
Esta Fiesta nos invita a mirar el pasado, descubriendo que hay personas que han vivido según el espíritu del evangelio de Jesús, y que son como dice el Apocalipsis: “Una muchedumbre inmensa, que nadie podrá contar, de todas las naciones, razas, pueblos, lenguas”.
Si nosotros hoy somos cristianos es porque Dios ha actuado en nosotros, por mediación de personas que con su vida y palabra nos han motivado a tomarnos en serio la fe. Son los “santos de la puerta de al lado”, son nuestros “santos particulares”: familiares, vecinos, amigos, cristianos que con su vida nos han animado a seguir a Jesús.
En el presente, al celebrar esta Fiesta, celebramos que todo cristiano estamos llamados a ser santos, que no es otra cosa que vivir con la convicción de lo que nos ha dicho san Juan en la 2ª lectura: “Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues lo somos”, y en consecuencia, reconocer hermanos a los demás, hijos del mismo Dios.
Y por último, mirar a la meta de nuestro camino que es la gloria de Dios, donde seremos semejantes a él y formaremos parte de esa inmensa multitud que participa de su gloria y que interceden por nosotros.
Para nosotros, Jesús no es sólo maestro que nos enseña, sino modeloa seguirporque nos indica que es posible vivir como él, y por esto nos dejó como signo de ser sus discípulos, lo que conocemos como el mandamiento nuevo “Amaos unos a otros como yo os he amado”. Por tanto, ser santos es amar como Jesús nos ama.
El evangelio nos sitúa a Jesús en Jericó, ciudad de Palestina a unos 45 kms de
Jerusalén, a donde se dirigía con sus
discípulos. En Jericó, Jesús hizo un
gran milagro: la conversión de un
pecador. Se trata de Zaqueo, jefe de publicanos y rico, todo un personaje en la
ciudad, pero por otra parte,
despreciado por sus hermanos de raza, ya
que lo consideraban un traidor y hombre impuro, porque ejercía el trabajo de
recaudar los impuestos a favor de los
romanos que ocupaban el país.
Sin
embargo, a pesar de todo eso, el evangelio presenta a Zaqueo como un hombre que
busca y quiere conocer a Jesús, del que ha oído hablar. Jesússe fijó en Zaqueo y le ofrece su amistad:
“Zaqueo, date prisa ybaja,que hoy necesito quedarme en tu casa”, dijo
Jesús. Y Jesús celebróla salvaciónde aquel hombre, pese a las críticas de la
gente, diciendo: “También este es hijo de Abrahán”.
Aquel
hombre, despreciable y pecador, se topó
con Jesús reconociendo la falsedad de su
vida, fundamentada sobre la injusticia y
el dinero, y descubriendo el camino de
la solidaridad y la justicia, especialmente con los pobres, que era la mayoría
de la sociedad de aquel tiempo.
Y
nosotros, ¿tenemos ganas de encontrarnos con Jesús? ¿Qué hacemos para
ello? Los
cristianos tenemos el peligro de ser bautizados por tradición familiar, y casi nada más. Y en consecuencia, ni seconoce a Jesús, ni estamos convencidosni convertidos, lo contrario queZaqueo. No tenemos más que ver cómo muchos padres
bautizan a sus hijos y se olvidan hasta el tiempo de laprimera comunión, pensando más en una fiesta
familiar.
Como decía la 1ª lectura, en la Misa, Jesús por
medio de su Palabra, el evangelio, nos
forma, corrige, reprende, para que nos apartemos del mal, y nos mantengamos
unidos a él, quien sostiene nuestra vida y orienta para llegar a la meta
definitiva, como dijo Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va
al Padre sino por mí”.
LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA
El
día del DOMUND que celebramos hoy tiene como objetivo que tengamos una mirada
abierta más allá de nuestras casas y fronteras, que no seamos islas, y esto por
deseo de Jesús. Así nos lo pide Jesús, quien al hacerse ver por los discípulos después de la resurrección les dijo: “Así
está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día
y en su nombre se predicará la conversión para perdón de los pecados a todos los pueblos comenzando por Jerusalén.
Vosotros seréis testigos de esto”. Así, el lema del Domund-2022 es: “Vosotros seréis mis testigos”.
El lema “seréis mis testigos” significa e implica que hay que empezar por
ser testigos de Jesús en nuestra propia
familia, en nuestro barrio, en nuestra parroquia, allí donde se realiza nuestra
vida, trabajo, estudio, relaciones sociales. Ser
testigos de Jesús quiere decir que se note que somos cristianos: que nuestra mentalidad
esté moldeada por el Evangelio. Por tanto, lo primero es la coherencia de vida. Pero
también nuestra palabra debe acompañar, como dijo el apóstol Pedro a los cristianos en
tiempo de persecución: ”Estad siempre dispuestos a dar razón de vuestra fe a
quien lo pida, pero hacedlo con delicadezay respeto...” (1 Pe 3,15-16).
En una familia cristiana se debe anunciar a Jesús conla vida y también con la palabra: enseñar a los hijos
las cosas elementales de la fe, familiarizarlos con Jesús, enseñarles las
primeras oraciones, la participación en la misa dominical, celebrando así la
resurrección del Señor, razón de nuestra fe y garantía de nuestro futuro en
Dios, darle gracias a Dios por todos los bienes que recibimos, y sentirnos
unidos a todos los demás cristiana, nuestra familia cristiana.
Dentro
de la parroquia todos debemos “ser testigos del Señor”, pero hay algunos
cristianos-as, los catequistas, que tienen la misión de ser testigos de Jesús
ante niños y jóvenes a los que inician
en la fe. Los catequistas son enviados por la Iglesia para transmitir la Buena Nueva en nombre de Jesús por
mediación de la Iglesia. Y
lo mismo podemos decir de otros servicios para el bien de la comunidad: el coro
parroquial, Cáritas, pastoral de la salud,liturgia, y otros trabajos materialesque se hacen en la parroquia y templo.
Pero el día del Domund nos invita dirigir la mirada más allá de nuestras
fronteras, nos hace mirar a otros pueblos de la tierra, dondeJesús todavía no es conocido. Nos hace pensaren los misioneros:
sacerdotes, religiosos-as y laicos, que la Iglesia envía a países lejanos para
ser testigos de Jesús anunciándolo con palabras y obras.
Esto
nos debe comprometer a interesarnos por conocer las misiones y rezar por los
misioneros, y orar especialmente para que haya cristianos–as que respondan a
Jesús ofreciéndose como misioneros.
Y también nos invita a sostener la misión y a los
misioneros con nuestra oración y también con nuestra cooperación económica. Recordemos que nuestra generosidad es otra
forma de ser testigos y que nuestra aportación colabora de forma eficaz para
que el Evangelio sea predicado "hasta los confines de la tierra".
Escuchando
las lecturas de este domingo, enseguida percibimos que el tema de la oración es la nota dominante. Jesús,
con la parábola que nos ha propuesto nos diceque, si un juez corrupto fue capaz de escuchar y administrar justicia a
una pobre viuda que insistentemente le pedía justicia, ¿cómo podemos dudar deque Dios escuche nuestros gritos de angustiasi lo hacemos orando con confianza?
Hoy, en el evangelio Jesús nos invita a orar siempre. ¿Cómo
se hace para rezar
siempre?
No está pensando Jesús en que multipliquemos los rezos. Todo eso puede estar
muy bien, si va acompañado de un auténtico sentimiento del corazón y una
disposición a hacer la parte que nos toca en lo que pedimos. Y no está de más
que recordemos la advertencia de Jesús de no ser charlatanes como los paganos,
que piensan que serán escuchados por su mucho hablar. “El Padre celestial
ya sabe lo que necesitamos antes de pedírselo” (Mt 6,7), dice Jesús
La oración a la que se refiere Jesús
consiste en mantenerse en constante diálogo con el Señor: que Él sea
nuestro criterio, nuestro apoyo y nuestra referencia para poder valorar la
realidad, los acontecimientos, las personas. Y discernir así nuestros pensamientos,
sentimientos, reacciones, proyectos y
opciones posibles. Esto
significa e implica que Dios nos habla a través de nuestra vida diaria y
de lo que va ocurriendo también a otros, y también desde su Palabra o
evangelio.
Este
orar siempre se realiza también en la oración comunitaria, como hacemos cada
domingo participando en la celebración de la Eucaristía, donde ponemos en
práctica el deseo de Jesús: “Haced esto en memoria mía”, y donde nos asegura
que está con nosotros todos los días. Esto se realiza de manera sublime en la
Eucaristía, “centro y culmen de la vida
cristiana”.
Por
la plegaria sabemos que Dios está con nosotros. Leamos y meditemos el Evangelio
en el que Jesús no señala el camino a seguir.
LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA
CATEQUESIS DE CONFIRMACIÓN
Estamos en los días de inscripción para catequesis de profundización que culminará con al Sacramento de la Confirmación, completando así la iniciación cristiana.
Las catequesis serán los viernes, de 6 a 7 de la tarde, y los grupos estarán formados por niños de 5º y 6º de Primeria, y 1º-2º de la ESO.
Quienes lo deseen deben pasar por la parroquia, de 5 a 9 de la tarde, excepto los lunes.
Jesús
pone de relieve la fe-confianza que ha
manifestado uno de los leprosos, precisamente un samaritano. Y curando al
samaritano, Jesús está indicando que la salvación de Dios incluye también a los
extranjeros; Jesús, que era
judío, es crítico y cuestiona la idea que los judíos tenían de una relación con
Dios exclusiva y excluyente: pensaban que como ellos eran el pueblo elegido, la
salvación de Dios era para ellos y no para los
demás.
Este evangelio podemos aplicarlo a nuestra vida personal, identificándonos con
los diez leprosos, no porque seamos leprosos físicos, sino porque tenemos actitudes y pecados que nos hacen impuros ante Dios y que
lesionan la convivencia entre nosotros, creando divisiones, enfrentamientos,
faltas de confianza, dando lugar a una humanidad pecadora, como bien podemos apreciar si hacemos un
recorrido por nuestro mundo y ambientes
por donde nos movemos. Reconocernuestras actitudes y pecados hace que tomemos
conciencia de nuestrapobreza ante Dios,
como aquellos leprosos que gritan ante Jesús: “Señor, apiádate de nosotros”. Cuando
reconocemos nuestra situación de debilidad y pecado, entonces hacemos posible
la acción curativay gratuita de Dios
sobre nosotros, como hizo Jesús con aquellos leprosos. Recordemos
lo quedecimos al inicio dela Misa por tres veces: “Señor, ten piedad,
Cristo ten piedad, Señor ten piedad”. Siempre comenzamos la Eucaristíareconociendola necesidad de ser acogidos,
perdonados y amadospor aquel que
siempre permanece fiel, Jesucristo, como nos ha dicho san Pablo (2ª lectura):
“Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo”.
Del mismo modo, que podemos vernos reflejados en los diez leprosos, más
debemosidentificarnos con el samaritano
que se vuelve para dar gracias a Jesús
yglorifica a Dios porque se siente no sólo
curado de la enfermedad, sino salvado y querido por Dios. Cada
uno podemos pensar en los motivos personales que tenemos paradar gracias a Dios: por el don de la
vida,por nuestra familia, por haber
conocido a Jesucristo y ser cristianos. Cada uno puede pensar en muchas circunstancias por las que dar gracias. Esto
es lo que hacemos cada semana, cuando venimos a celebrar la Eucaristía: que es
encuentro con Jesucristo resucitado, realmentepresente en el Sacramento, que
nos alimenta con su Palabra y con el Pan consagrado, que es su persona, yes encuentro con la familia de Jesús, la
Iglesia, reunida en la celebración eucarística.
Cuando
leemos las parábolas de Jesús, no las debemos entender de manera literal, sino
que se trata de descubrir el significado
profundo de la imagen o parábola con la que nos habla. Así,
la imagen de la morera, tomada al pie de la letra es un absurdo, porque con esta
forma exagerada de hablar, lo que nos está diciendo el evangelio es que la
fuerza de Dios está ya en cada uno de nosotros. La alusión a la morera del
evangelio hay que entenderla en el sentido metafórico como cuando decimos “la fe mueve montañas”. La fe auténtica nos pone en movimiento y nos
permite realizar cosas que, de otra manera, son imposibles.
La fe es una actitud personal fundamental que
da consistencia a la propia vida. Es un regalo de Dios que recibimos por mediación de la Iglesia y que va creciendo,
ayudados por la Palabra de Dios, la práctica de los Sacramentos y la vivencia
de la misma en nuestro quehacer diario.
Con
frecuencia pedimos a Dios que nos libre de las limitaciones propias de nuestra condición de seres creados. Y sin
embargo, la fe nos debe llevar a descubrir y vivir que Dios se nos ha entregado totalmente en la creación y, por
tanto, estamos llamados a colaborar en dicha creación, respetando la naturaleza y no destruyéndola, cuidar la “casa común”
como la llama el papa Francisco; estar
por la vida y no por la muerte; estar
por el amor y no por el odio, por la unidad y no por la división.
En
este principio de curso podemos hacer nuestras las palabras de san Pablo a
su discípulo Timoteo (2ª lect.): “Ten
por modelo las palabras sanas que has
oído de mí en la fe y en el amor, que
tiene su fundamento en Cristo Jesús”. Esta
recomendación de san Pablose hace
extensiva a todos y especialmente los padres para procurar reavivar la fe de los hijos y de la familia, pues la fe es el tesoro que Dios ha confiado a la Iglesia y a la
familia, que es “Iglesia doméstica”.
CATEQUESIS
A partir del martes próximo, día 4 de octubre, comenzamos la catequesis de iniciación cristiana (correspondiente a niños que están en 2º,3º y 4º de Primaria).
También estamos iniciando la inscripción de catequesis de iniciación (2ª fase, de profundización), que culminará con la recepción del sacramento de la Confirmación.
Y el domingo próximo, día 8 de octubre, reanudamos la Misa de las Familias, que tendrá lugar a las 13,00h.
Hay
expresiones y conceptos con los que estamos familiarizados, porque están al
orden del día en nuestra vida social, política y financiera, y son noticia
diaria en la prensa: así por ejemplo: corrupción, malversación de fondos,
prevaricación, EREs. Detrás de
todas estas expresiones hay dineroque
seha desviado delobjetivo previsto, y por tanto dinero robado,
que ha perjudicadoa unos, porque se ha
despilfarrado o ha ido a parar injustamente al bolsillo de otros.
Jesús nos pone
en guardia acerca de nuestra relación con el dinero y bienes materiales, porque
según el uso que hagamos de los mismos, pueden ser un inconveniente para ser
discípulos suyos.
En la
encíclica “Laudato sí”, el papa Francisco afirma: “No somos Dios. La tierra nos
precede y nos ha sido dada”, y en consecuencia, nos invita a hacer el esfuerzo
de valorar la “casa común”, así llama a la tierra, puesto que es un don que
hemos recibido de Dios, no para disfrute de unos pocos, sino como regalo para
todos.
En la
parábola de hoy, el “administrador” busca su propio lucro; primero derrochando
los bienes del jefe, y despuéscuando se
le anuncia que va a ser despedido, prepara su futuro defraudando de nuevo. A simple
vista, al escuchar esta parábola, puede parecerque Jesús alaba el modo de proceder del administrador infiel. No es así,
pues nada más comenzar dice que “fue despedido porque derrochaba los bienes de
su amo”, o sea que era un administrador “corrupto”, razón por lo que lo llama “administrador
injusto”. La alabanza quehace el amo
del administrador noes por ser egoísta
y ladrón, sino por la astuciacon que
procediócon vistas a asegurarse un
futuro cuando quede en la calle.
Jesús no lo
presenta como modelo a seguir, sino que el mensaje de Jesús es: si existen
personas que ponen todo su esfuerzo en conseguir beneficios materiales,
beneficios que son engañosos, cuánto más nosotros, sus discípulos, tenemos motivos en poner todo nuestro esfuerzo en obtener los beneficios verdaderos y que
duran eternamente.
Lo que más
importa a una persona se refleja en las decisiones que toma en la vida de cada
día. Con frecuencia tenemos que decidir entre el amor y el egoísmo, entre lo
que es justo y lo que no lo es tanto, y todo esto también en la vida de
familia, en la vida social y laboral.
Jesús conocía
bien la posibilidad de atracción del poder del dinero, por eso advierte: “No podéis
servir a Dios y al dinero”. Y también en otra parte dice: “Qué difícil va a ser
para los que tienen riquezas entrar en el Reino de los cielos”.