sábado, 8 de noviembre de 2025

Día 9 noviembre de 2025. Domingo 32. Día de la Iglesia diocesana.

 


LECTURAS

  • Ezequiel 47,1-2.8-9.12
  • Salmo responsorial 45, 2-3.5-6.8-9
  • 1 Corintios 3,9-11.16-17
  • Juan 2,13-32

    El evangelio propuesto en la fiesta de hoy nos invita a valorar, sobre todo, los templos vivos que somos las personas y el carácter sagrado de todo ser humano. Es cierto que necesitamos templos o espacios de encuentro para nuestras celebraciones litúrgicas. Pero esto no debe hacernos creer que Dios solo está en las celebraciones rituales. Jesús deja claro que él está en todos los seres humanos, especialmente en los que sufren, como escuchamos en el evangelio del domingo pasado: “Porque tuve hambre y me disteis de comer, enfermo y me visitasteis… Lo que hacéis a uno de estos más pequeños, a mí me lo hacéis; lo que no hacéis a estos más pequeños, tampoco a mí me lo hacéis”.

   La fiesta de hoy nos recuerda que los cristianos somos la familia de Dios, somos la “Iglesia”: los que hemos sido congregados por la fe en Jesucristo. En consecuencia, todas las Iglesias cristianas somos Iglesias hermanas, y, por tanto, sus alegrías y penas, sus proyectos e iniciativas, nos deben interesar, como en una familia, cada uno se preocupa del resto de la familia, y porque nos estimulan a crecer en la fe y seguir realizando el encargo de Jesús de anunciar el Evangelio a quienes no lo conocen, y a tantos que han sido bautizados, pero viven como si no lo fueran y son miembros de nuestras propias familias, barrios y parroquias.

     El conjunto de cristiano que vive en un mismo territorio geográfico y cultural, como es el caso de nuestra provincia de Albacete, es llamado “Iglesia local” o “particular”, o también “diócesis”, que es una porción de la Iglesia universal (católica). Tenemos la misma fe, tenemos el mismo Evangelio, celebramos la Eucaristía y los sacramentos, y hay un obispo, quien en nombre de Jesús hace de cabeza visible y padre de los cristianos.

   En este domingo, celebramos el “día de la Iglesia diocesana”, de nuestra diócesis de Albacete, que es llamada a la solidaridad y fraternidad. Vivimos en esta o aquella parroquia y, allí donde estemos, debemos sentirnos familia de Dios y vivir en comunión. También participar comunitariamente, no solamente venir, cumplir y marcharse, sino participar cada uno, según sus capacidades, en las distintas tareas o servicios para el bien de la comunidad:  Caritas, lectores de la Palabra, catequistas, pastoral de la salud, economía, servicio del templo, grupos de formación, grupos de catequesis. Y siempre con un sentido evangelizador, dando ejemplo de vida cristiana e invitando a otros de nuestra familia o no a participar en nuestra parroquia.

LECTIO DIVINA PARROQUIA SAN ISIDRO DE ALMANSA






 


domingo, 2 de noviembre de 2025

Día 2 noviembre de 2025. Domingo XXXI del Tiempo Ordinario. Todos los Difuntos.

 


LECTURAS

  • Lamentaciones 3, 17-26
  • Salmo responsorial 129, 1-8
  • Romanos 14,7-9.10-12
  • Mateo 25, 31-46

     La razón y fundamento de nuestro ser cristianos es nuestra fe en Jesucristo resucitado, como hemos escuchado en San Pablo y como proclama la Iglesia y confesamos en el Credo: “Creo en la resurrección de la carne y en la vida eterna”. Esta expresión “resurrección de la carne” quiere indicar que es el mismo ser humano de la existencia terrena quien resucita, con todas sus dimensiones, pero transfigurado como  Cristo resucitado, quien fue maltratado, torturado, crucificado, y resucitó al tercer día con esta carne nuestra. Con su resurrección Jesús entró con toda su humanidad en la dimensión definitiva de Dios, llena de claridad y transparencia, donde ya no hay debilidad, ni enfermedad, ni injusticia que pueda afectarle.

    La resurrección de Cristo Jesús es la garantía de la resurrección de nuestra carne; una carne transfigurada, en la que ya no será posible el engaño; carne gloriosa como nos decía ayer san Juan (2ª lectura):”Somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es”.

    Jesús reveló a Marta: ”Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”. Y pocas horas antes de su muerte anunció a los discípulos: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros”.

   Con la parábola que hemos escuchado en el Evangelio se nos indica que el camino para ir a Dios pasa por el ser humano. Por ello, dice Jesús “lo que habéis hecho a uno de estos los más pequeños, a mí me lo habéis hecho”; y, por el contrario, “lo que no hacéis a estos, los  más pequeños, tampoco a mí me lo hacéis”. Esta enseñanza de Jesús nos ofrece las pistas de evaluación: criterios que se verifican en el ejercicio de la misericordia, en el día a día, con los hambrientos, forasteros, enfermos, marginados, ancianos y todo el que nos necesita. El ejercicio de la misericordia adopta formas diversas según las necesidades y problemas que surgen y que la vida presenta.

LECTIO DIVINA SAN ROQUE DE ALMANSA



 

 


Día 1 noviembre de 2025. Todos los Santos.

 

LECTURAS

  • Apocalipsis 7,2-4.9-14
  • Salmo responsorial 23,1-6
  • 1 Juan 3,1-3
  • Mateo 5,11-12a

   ¿Quiénes están llamados a ser Santos? El papa Francisco afirmaba: “Decir “quiere ser cristiano” es lo mismo que decir “quiere ser santo”. Así nos lo enseña San Pablo en la carta a los Efesios: “Dios nos eligió en Cristo, antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor”, y añade: “Él nos ha destinado por medio de Jesucristo a ser sus hijos”.

    En días pasados, San Pablo nos repetía: “Dios nos ha predestinado a ser imagen de su Hijo”, es decir, que Dios ha proyectado que seamos parecidos a Jesús, su Hijo, y, en consecuencia, que participemos plenamente de su gloria. Esto nos lo asegura el apóstol Juan en la 2ª lectura de hoy: “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¿lo somos! Ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos; pero sabemos que, cuando él se manifieste seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es”. Por tanto, ser hijos de Dios, gracias a Jesucristo y participar de la suerte, es ser santo.

   En el evangelio del miércoles de esta semana, uno preguntaba a Jesús: “Señor, ¿son pocos los que se salvan?”. Y Jesús más que responder a aquella curiosidad, se dirigió a la multitud diciendo: “Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán”.  Y añadió: “Os digo que muchos vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios. Mirad hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos”. Con dichas palaras Jesús no dice que el Reino de Dios exige un esfuerzo. Es decir, que Dios nos ofrece su Reino gratuitamente, pero tenemos que responder con libertad, poniendo toda nuestra voluntad en vivir según nos propone Jesús, porque en él se realiza lo que Dios quiere para nuestro bien. Las bienaventuranzas es el camino a seguir.

    

 

 

viernes, 24 de octubre de 2025

Día 26 octubre de 2025. Domingo XXX del Tiempo Ordinario.

 

LECTURAS

  • Eclesiástico 35,12-14.16-19a
  • Salmo responsorial  33, 2-3.17-19.23
  • 2 Timoteo 4,6-8
  • Lucas 18,9-14

  En el relato evangélico de hoy, el fariseo sube al templo y se presenta a sí mismo ante Dios, vanagloriándose de cumplir más de lo debido, lo que lo hace considerarse mucho mejor que los demás, incluso se atreve a despreciar a otros que no son como él, caso del publicano. El publicano, por el contrario, reconoce que es un pecador y ni siquiera es capaz de levantar los ojos al cielo.

  Como en toda parábola, Jesús nos interpela a través de los personajes descritos. El publicano que solo se mostró pecador ante Dios y no pidió nada, obtuvo la misericordia de Dios. Así, la conclusión de la enseñanza de Jesús es tajante: “El que se ensalza será humillado y el que se humilla será enaltecido”. Por ello, nos preguntamos ¿qué es lo fundamental que nos enseña el evangelio de hoy? No son los méritos propios, ni los muchos cumplimientos de normas, sino la actitud humilde de quien intenta amar y servir, sabiendo que siempre podríamos hacerlo mejor. La humildad es una virtud evangélica que nos capacita para aceptarnos como somos y reconocer la necesidad que tenemos de los otros y de Dios.

   La humildad es el lugar existencial para relacionarnos con Dios, reconociendo nuestra condición de seres creados. San Agustín decía que “la oración es una disposición necesaria, que nos capacita para reconocer nuestra pobreza, nuestra condición mortal, y pedir el remedio al único que es capaz de solucionarlo: Dios”. Algo de esto hemos escuchado en el Eclesiástico (1ª lectura):”La oración del humilde, atraviesa las nubes y no se detiene hasta que alcanza su destino, no desiste hasta que el Altísimo lo atiende y no tardará en hacerle justicia”. Hay una antigua enseñanza de los monjes cristianos de los primeros tiempos que dice así: “Dichoso el monje que, después de Dios, considera a todos los hombres y mujeres como Dios”. Y también: “Quien adora a Dios, ama a sus hijos. Quien respeta a Dios, respeta a los seres humanos”.

LECTIO DIVINA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA


 

 

 

 


viernes, 10 de octubre de 2025

Día 12 octubre de 2025. Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario. Virgen del Pilar

 

LECTURAS

  • 2 Reyes 5,14-17
  • Salmo responsorial 97, 1,2-3ab.3cd-4
  • 2 Timoteo 2, 8-13
  • Lucas 17, 11-19
  • En la Palestina del tiempo de Jesús, la lepra era una enfermedad bastante corriente, y en la tradición bíblica significaba una especial marca de maldición. Por eso los leprosos eran expulsados de las ciudades y pueblos, no se permitía trato alguno con ellos y, si se curaban, debían presentarse a los sacerdotes para que certificaran la curación y les declarasen legalmente puros.

    El evangelio nos presenta a un Jesús peregrino a quien, de camino hacia Jerusalén, salen a su encuentro diez hombres, enfermos de lepra que, de lejos, le gritaban: “¡Jesús, Maestro, ¡ten compasión de nosotros!” Cuando Jesús los vio, les dijo: “Id a presentaros a los sacerdotes. Y mientras iban, quedaron limpios de su enfermedad”.

    De entre los diez leprosos curados por Jesús,  sólo uno, al verse limpio, “regresó alabando a Dios a grandes voces, y se arrodilló delante de Jesús, inclinándose hasta el suelo para darle gracias. Este hombre era de Samaria”. Jesús se extrañó de que solo volviese uno, y preguntó: “¿Dónde están los otros nueve? ¿Únicamente este extranjero ha vuelto para alabar a Dios?” El evangelio quiere destacar que precisamente los extranjeros, los que eran considerados marginados por el pueblo judío, son los que reconocen con mayor facilidad las gracias que reciben.

     Todos conocemos el refrán popular: “ser agradecidos es de bien nacidos”. Esta es una de las primeras cosas que padres y madres enseñan con mucha insistencia a sus hijos e hijas: “¿Cómo se dice?”, preguntan a sus hijos cuando reciben algún regalo o son objeto de alguna obra buena; y los niños y niñas, antes de saber pronunciar muy bien la palabra, balbucean, diciendo: “gracias”. Tal vez esta es la enseñanza más importante del pasaje que nos trae el evangelio de este domingo: ser agradecidos con Dios y con los demás, que tanto bien nos hacen.



  • LECTIO DIVINA SAN ISIDRO DE ALMANSA


Día 5 octubre de 2025. Domingo XXVII del Tiempo Ordinario.

 

LECTURAS

  • Habacuc 1,2-3;2,2-4
  • Salmo responsorial
  • 2 Timoteo 1,6-8.13-14; Lc 17,5-10
  • Lucas 17,5-10

Jesucristo nos enseña a confiar en Dios, el Padre bueno que nos ama por encima de todo, que se nos manifiesta en Jesucristo, y nos asocia a su propia vida para participar de su felicidad y gloria como hijos en el Hijo Jesucristo. Por ello, la fe es un regalo, y como tal, se acoge o se rechaza. El que la acoge, el que confía en Dios, cree en Jesucristo quien, con su vida, pasando por el sufrimiento, la muerte y resurrección nos manifiesta la voluntad salvífica de Dios, que consiste en vivir en plenitud nuestra existencia humana junto a Dios y por siempre. Por ello, la víspera de su muerte, en su despedida, Jesús dice a los discípulos y a nosotros: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas, y voy a preparar un sitio, para que donde yo estoy, estéis también vosotros”.

La fe verdadera nos empuja a dejar entrar en nuestra la vida y palabra de Jesús que nos ilumina y nos permite vivir con la mirada y el corazón de Dios, dándonos fuerza para hacer lo que tenemos que hacer que, en definitiva, es dejar a Dios ser Dios en nosotros.

 “Auméntanos la fe”, piden los apóstoles a Jesús, que es como decir: «Añádenos más fe a la que ya tenemos». Sienten que la fe que viven desde niños es insuficiente, y que a esa fe tradicional han de añadirle “algo más” para seguir a Jesús. Jesús les responde con un dicho un tanto enigmático: “Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esta morera: Arráncate de raíz y plántate en el mar, y os obedecería”

Lo primero que necesitamos hoy los cristianos es reavivar en nosotros una fe viva y fuerte en Jesucristo, porque es lo mejor que tenemos en la Iglesia, y es lo mejor que podemos ofrecer y comunicar al mundo de hoy. Y, en consecuencia, poner a Jesucristo en el centro de nuestras parroquias y en nuestros corazones. Para ello necesitamos conocerlo de manera más viva y concreta, comprender mejor su proyecto, captar bien su intención de fondo, sintonizar con él. Si no es así, nuestra fe seguirá más pequeña que “un granito de mostaza”. No “arrancará” árboles ni “plantará” nada nuevo.

        LECTIO DIVINA DE LA PARROQUIA SAN ISIDRO DE ALMANSA