LECTURAS
- Sabiduría 18, 6-9
- Salmo responsorial
- Hebreos 11,1-2.8-19
- Lucas 12,32-48
Pienso que todos damos por sentado que una
persona normal vive en un acto continuo de confianza en la vida, en la familia,
en las personas con las que convive, con las que trabaja, confía en las
instituciones, confía en Dios. Así, lo propio es que la pareja de
casados confíe uno en el otro, que los hijos confíen en sus padres, los
hermanos entre sí. Los padres confían sus hijos a un
colegio, a unos maestros que, se supone, tienen algunos criterios sanos.
Confiamos en el médico que nos atiende. Confiamos en los amigos. Confiamos en
el sacerdote. Confiamos en quien conduce el autobús, aunque a veces nos llevemos
un susto por un frenazo o arranque brusco. Confiamos en que los alimentos y los
medicamentos están en buen estado, etc.
La confianza, y por tanto la fe, es una
actitud en la vida que construye personas con sentido. La confianza es una
actitud interior, que descansa en Dios. Nos lo dice Jesús en el Evangelio de
hoy: “No temas pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el
Reino”. Dios nos ha puesto en la existencia para que participemos de su Vida, a
la que Jesús llama “reino”. Ese es el tesoro que Jesús nos ha revelado, y hacia
el que tenemos que caminar. El fundamento de nuestra fe cristiana es la confianza en el amor y bondad de
Dios, como afirmó Jesús en su despedida de los
discípulos: “Creed en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre hay
muchas moradas y voy a prepararos sitio, para que donde yo estoy, estéis
también vosotros, mis discípulos”. ¡No
temáis!, no perdáis la calma, confiad”, repite con frecuencia Jesús.
En la vida nos puede pasar de todo, porque somos humanos, y, por tanto, tenemos
limitaciones. En consecuencia, tendremos problemas, crisis, pecados,
sufrimientos, enfermedades, muerte. Por ello, nos repite Jesús: “No
temas, pequeño rebaño”. Cuando uno confía, se fía de Jesucristo, sobre
todo, en las situaciones límite, entonces se halla una paz en su alma y
descansa.
La fe es un tesoro, es un regalo que,
como tal, hemos recibido gratis. Pero, ¿Qué
pasa si nos hacen un regalo, bien envuelto en papel, lo recibimos, lo guardamos
y no lo abrimos? Pues que no podemos saber de qué se trata, ni podemos
disfrutarlo, de forma que es como si no lo hubiéramos recibido. Esto es lo que ocurre a una mayoría de
bautizados: que han recibido el regalo de la fe, pero no lo conocen ni lo
disfrutan. El resultado es que hay muchos bautizados, pero pocos convencidos y
convertidos.
En el Evangelio, hay un momento en
que Jesús dice: “Donde está vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón”. Es verdad,
lo que es de gran valor para nosotros, allí ponemos nuestra mente, nuestro interés
y esfuerzo, para mantenerlo y hacerlo crecer. Nuestra fe cristiana es el
gran regalo que Dios nos da, y la fe significa confianza en el Dios de
Jesucristo, que nos ama, nos busca para hacernos partícipes de su propia Vida y
alegría, y eso de manera plena y eterna. Pero el Señor espera que respondamos
de buen grado, es decir libremente. Por eso Jesús nos invita a que, en el día a
día, estemos preparados, vigilantes, para que cuando Él llegue y nos llame, entremos con Él en la alegría del Reino de Dios.
LECTIO DIVINA PARROQUIA SAN ISIDRO DE ALMANSA
alimentos y los
medicamentos están en buen estado, etc.
Pienso que todos damos por sentado que una persona normal vive en un acto continuo de confianza en la vida, en la familia, en las personas con las que convive, con las que trabaja, confía en las instituciones, confía en Dios. Así, lo propio es que la pareja de casados confíe uno en el otro, que los hijos confíen en sus padres, los hermanos entre sí. Los padres confían sus hijos a un colegio, a unos maestros que, se supone, tienen algunos criterios sanos. Confiamos en el médico que nos atiende. Confiamos en los amigos. Confiamos en el sacerdote. Confiamos en quien conduce el autobús, aunque a veces nos llevemos un susto por un frenazo o arranque brusco. Confiamos en que los alimentos y los medicamentos están en buen estado, etc.
La confianza, y por tanto la fe, es una actitud en la vida que construye personas con sentido. La confianza es una actitud interior, que descansa en Dios. Nos lo dice Jesús en el Evangelio de hoy: “No temas pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino”. Dios nos ha puesto en la existencia para que participemos de su Vida, a la que Jesús llama “reino”. Ese es el tesoro que Jesús nos ha revelado, y hacia el que tenemos que caminar. El fundamento de nuestra fe cristiana es la confianza en el amor y bondad de Dios, como afirmó Jesús en su despedida de los discípulos: “Creed en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas y voy a prepararos sitio, para que donde yo estoy, estéis también vosotros, mis discípulos”. ¡No temáis!, no perdáis la calma, confiad”, repite con frecuencia Jesús.
En la vida nos puede pasar de todo, porque somos humanos, y, por tanto, tenemos limitaciones. En consecuencia, tendremos problemas, crisis, pecados, sufrimientos, enfermedades, muerte. Por ello, nos repite Jesús: “No temas, pequeño rebaño”. Cuando uno confía, se fía de Jesucristo, sobre todo, en las situaciones límite, entonces se halla una paz en su alma y descansa.
La fe es un tesoro, es un regalo que, como tal, hemos recibido gratis. Pero, ¿Qué pasa si nos hacen un regalo, bien envuelto en papel, lo recibimos, lo guardamos y no lo abrimos? Pues que no podemos saber de qué se trata, ni podemos disfrutarlo, de forma que es como si no lo hubiéramos recibido. Esto es lo que ocurre a una mayoría de bautizados: que han recibido el regalo de la fe, pero no lo conocen ni lo disfrutan. El resultado es que hay muchos bautizados, pero pocos convencidos y convertidos.
En el Evangelio, hay un momento en que Jesús dice: “Donde está vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón”. Es verdad, lo que es de gran valor para nosotros, allí ponemos nuestra mente, nuestro interés y esfuerzo, para mantenerlo y hacerlo crecer. Nuestra fe cristiana es el gran regalo que Dios nos da, y la fe significa confianza en el Dios de Jesucristo, que nos ama, nos busca para hacernos partícipes de su propia Vida y alegría, y eso de manera plena y eterna. Pero el Señor espera que respondamos de buen grado, es decir libremente. Por eso Jesús nos invita a que, en el día a día, estemos preparados, vigilantes, para que cuando Él llegue y nos llame, entremos con Él en la alegría del Reino de Dios.