El Espíritu Santo es el regalo que nos deja Jesús con su Resurrección, como había prometido: "Conviene que yo me vaya..., entonces os enviaré el Espíritu Santo... Él os iluminará para que podáis comprender la verdad completa". El Espíritu Santo es e como el viento que empuja uy mueve, o como el aire que necesitamos para respirar. También hoy, el Espíritu es el que actúa en los corazones de los fieles, transformándolos interiormente y disponiéndolos para la acción, confesando a Jesucristo como Señor, y poniendo en práctica los dones y cualidades recibidos. Con la presencia del Espíritu Santo comenzó el tiempo de la Iglesia, prolongación de la misión de Jesús. Y en esa misión estamos implicados los cristianos, si es que queremos ser la Iglesia de Jesús. Si nos dejamos llenar por el Espíritu de Dios, ciertamente nos moverá a salir de nuestros rincones cerrados para vivir siendo luz y sal en medio de las realidades en las que se desarrolla nuestra vida, siendo fermento y alegría. Es lo que tanto nos dice el papa Francisco: que seamos "Iglesia en salida", o a lo que nos invita nuestro proyecto diocesano: ser "discípulos misioneros".